COGIDA
Ignacio Cortina Revilla
¿Esa nube es un toro? ¿O es un toro que parece una nube?
Es más, diría que se acerca a mi cara, pero quizás sólo sea cosa del viento. Si fuera un toro de verdad, podría casi oler su pelaje y no es así. Pero por otro lado, esos ojos negros son muy convincentes y el nivel de detalle es, por expresarlo de alguna manera, en alta definición. Ese pelo negro brillante, los afilados cuernos que parecen empitonar el cielo, el prominente cuello. Parece muy real, pero tiene que ser una nube porque ningún toro podría estar tan cerca de mí, mirándome cara a cara sin pestañear, como si observara un entretenimiento que se hubiera atravesado en su camino.
Espera un momento, ¿si no fuera real podría escuchar su respiración? Ahora mismo lo estoy haciendo: es muy poderosa e intimida bastante.
Entonces, cuando menos me lo espero, el toro-nube se aleja sin prestarme más atención y lo siguiente que noto son los fuertes brazos de varias personas que se apresuran a sacarme de la calle y ponerme lejos del alcance de otras nubes. O toros.
UNA FUERZA INEXPLICABLE
Cristina Lázaro Echeverría
Miré angustiado la placa que desde la puerta rezaba “Director” y, por un segundo, barajé la posibilidad de tirar el informe y salir corriendo. Todavía no lograba asimilar lo sucedido el sábado a mediodía ¡Pero si a esas horas sólo iba “templadillo”!
Había quedado con la cuadrilla para desayunar, y despertar así al estómago de su letargo de la mejor manera; a ritmo de chistorra, tinto y jota. Cuando llegamos a la Plaza del Castillo quedaban escasos minutos para el cohete, y mi cuerpo era ya incapaz de sentir algo que no fuera alegría y calor. Fue entonces cuando le vi, y una fuerza inexplicable me arrastró a acercarme a él en el mismo momento en que el cohete decidía anunciar el inicio de las Fiestas y el final de mi cordura. No recuerdo qué fue primero; si ofrecerle insistentemente mi bota de vino, obligarle a hacerme los coros del Vals de Astrain, brindar a la salud de su señora allí presente, o regalarle mi gorro para “no quemarse la calva”.
Desechando la idea de huir, golpeé la puerta y la abrí, vacilante. Y, al hacerlo, por primera vez en cinco años, le vi sonreír de verdad. Y no pude evitar devolverle la sonrisa.
MI PARTICULAR MOMENTICO
Irene Nuin Garciarena
Cada día ascienden a mí aromas a esfuerzo, enfermedad, rutina, a trabajo o a la falta de este… Pero hoy no, algo hoy es distinto, algo me llama la atención cuando bajo la mirada: el blanco y rojo en esta plaza que corono. Está claro, es 6 de julio, ¡ya me tocaba irrumpir en la rutina de estos pamplonicas! ¿Sabéis por qué es el mejor día del año? Por el cambio de aromas: a alegría, ilusión y emoción, a juventud y no tan juventud, a multiculturalidad, a escalofríos y tensión, a diversión y euforia, a bullicio… sin olvidar el vino.
Lo mejor de considerarme uno más de esta gloriosa ciudad, es vivir ese estallido que abre las puertas a otra esfera paralela. Por un instante, nadie se va acordar de lo malo, porque la vida se basa en momentos, y ese 6 de julio al marcar las 12 es el “momentico” que regalo a todo pamplonica porque merecido lo tiene.
Tened claro que no me iré a dormir sin vivir dianas, peñas, encierros y gigantes, y os prometo todo esfuerzo posible porque el 14 de julio mis manecillas no marquen las 12. A cambio, solo os pido esa ilusión y alegría todo el año.