VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL PADRE DE JUAN

Jose Luis Mata Fernandez

Juan disfrutaba corriendo desde pequeño. Más aún por los ánimos de su padre, tesonero y orgulloso, en cada una de sus carreras. Pero esta vez todo era diferente. El lugar había cambiado, el sofocante mes de julio en Madrid se desvanecía ahora en la acogedora y refrescante Pamplona. Los años no habían pasado en balde, ¡ay los años! Juan se sentía un cuarentón entrado en kilos y añoraba su cuerpo esbelto y sus pies ligeros, recuerdos de su juventud trasnochada. También el escenario y la carrera eran muy distintos a una pista de atletismo. Incluso la ropa, que ni siquiera era de deporte, pues se trataba de un pantalón y camiseta blancos junto con un pañuelico rojo anudado al cuello.
Sí, hoy por fin, Juan cumplirá su gran sueño: correr esos mágicos 850 metros que separan la Cuesta de Santo Domingo de la Plaza de Toros de Pamplona: ¡el encierro de los Sanfermines! Comienza. Cantan a San Fermín pidiéndole su intercesión. Suenan los cohetes, los toros se acercan a un ritmo espeluznante, todos corren despavoridos. Juan no. Permanece quieto y asustado. De repente recuerda la ausencia de su padre, ya fallecido, y se lanza a correr valiente e impávido.

MAÑANA CORRERÉ

Pedro Maria Vizcay Eraso

El estrépito del último cohete anuncia que los fuegos han terminado.
Me despido de los amigos.
Me animan a seguir la fiesta pero me voy a casa porque mañana correré.
Hoy visité al santo en su capilla y le pedí por los míos y por mí.
Me encuentro preparado, dispuesto e inquieto.
Llego a casa. Saco las llaves, las pongo en la cerradura y escucho una voz que dice mi nombre.
Me giro.
Es Leyre.
Le doy dos besos castos y limpios.
-¿Qué haces? ¿Tan pronto a casa?- pregunta.
– Pues si- contesto.
Pronuncia entonces las palabras mágicas: “¡La noche es joven! He quedado con unas amigas para ir a las barracas ¿Me acompañas?
Arriba está preparada y esperándome la ropa blanca y limpia, mi pañuelico con San Fermín bordado y mi faja roja.
Entre asombrado y contento- siempre se ha mostrado esquiva conmigo-, le pregunto: ¿Quieres que te acompañe?
– ¡Si! -responde.
No lo pienso ni un segundo.
Quito las llaves de la cerradura, las guardo en mi bolsillo y contesto simplemente: ¡Vamos!
– ¡Estupendo!- me dice.
Le cojo de la mano, me mira y se sonríe.
Lo tengo claro.
Mañana no corro.
Tal vez nunca si ella me sonríe así.

SU PRIMER ENCIERRO

José Antonio Guijarro Pérez

A punto de que los relojes marquen las ocho de la mañana. Los tejados de las casas se recortan contra un cielo limpio y soleado. En las calles un bullicio contenido. La muchedumbre está esperando. Con una mezcla de sentimientos y emociones, a veces contradictorios. Impaciencia, miedo, deseo…

Él también está esperando. Es su primer encierro. Apenas ha dormido la noche anterior. Pensando en este gran día. Sabe que es muy importante estar a la altura de las circunstancias. No solamente para él. Muchos estarán observándolo. De hecho hay periodistas de medio mundo, con sus cámaras y micrófonos, preparados para retransmitir todo en directo.

Un abrir y cerrar de ojos lo separa ya de su destino. Sus músculos se tensan. Listos para empezar a correr. El bullicio va aumentando a su alrededor. En el aire se respira esa sensación tan característica de lo inminente. Piensa que es muy afortunado. Ha sido elegido entre muchos. Elegido para este encierro de San Fermín. Elegido para ser uno de los toros que corre. Seguramente el resto de su manada está muy orgulloso.