EL SOBRESALTO
Sergio Generelo Tresaco
El corazón le dio un vuelco cuando, tras aquel absurdo tropiezo, lo vio caer bruscamente sobre el suelo, rodando por entre el asfalto, tapándose con los codos su cabeza y con la punta de las astas apenas a unos centímetros de su espalda. Ella, en un repentino reflejo, se llevó el rojo pañuelo anudado al cuello hacia su boca y apenas pudo contener, mordiéndolo fuertemente, un angustiado chillido de horror. El pánico hizo estremecer sus rodillas, le temblaron las manos y un escalofrío helado le recorrió el cuerpo desde los pies hasta la nuca. De inmediato sintió el impulso de correr hacia allá abalanzándose sobre él para abrazarlo, protegerlo y comprobar si había sufrido algún daño…
Pero no lo hizo. A fin de cuentas, un pequeño susto de Carlitos con el carretón del encierro chiqui no era para tanto.
ME VOY A PAMPLONA
Sonia Saavedra De Santiago
No digo lo que me sale del cuerpo, porque no quiero romper con mi novia. ¿A quién se le ocurre hacer una reserva para el 7 de Julio, en un hotel de cuatro estrellas, a las afueras de Toledo? ¡Y todo por gozar de la tranquilidad y en aras de la cultura! -El año del Greco- me dice ¿Y a mí qué?
Que sí, que lo culto está muy bien, pero no a cuarenta grados y en el centro de Toledo. ¡Que la fiesta está en Navarra! ¡Que se festeja el buen tiempo! Y allá que espero marcharme, a correr, como otros años, acompañado de cuernos.
Esa marea blanca esperando el chupinazo; esas calles empedradas sedientas de algarabía, esa tarde sin noche y esa noche sin mañana… esas barracas de feria y esa chistorra caliente. ¡Ese “pirriaque” divino y ese jolgorio sin fin!
Sueño puntitos rojos. Mi pañuelo de otros años, bien doblado en el bolsillo, espera ser anudado tras el Gora San Fermín ¡Los Sanfermines me llaman! ¡Voy a beberme la vida! ¡Me da lo mismo mi novia! Yo me marcho ya a Pamplona, que este año, ni atado, me quedo aquí.
LA INVITACIÓN
Maria Rivas Ruiz
Aquel año fui invitada para celebrar San Fermín, personas recientemente conocidas muy respetables, compartimos celebración,los hombres se encargaban de cocinar y servir a las mujeres, comimos, bebimos, cerrando la sobremesa con mariachis tocando baladas, nos desinhibimos, nos observamos, una mujer me levanta la falda, mira mi ropa interior; exclamo: ¡cómo el vestido, rojo!
Alegres subimos la empinada escalera, seguimos liberando ataduras, el hombre mira las piernas a la chica, subiendo, tropieza, sonríe pasmado.
Llegamos a la plaza de toros para mostrarme el ambiente, entramos por privilegios, en medio de gritos, aclamaciones,el toro muere bajo la certera estocada, la gente aplaude al torero chulesco por el ruedo, el picador altivo sobre el caballo, giran alrededor de la fiesta, los personajes, los instantes siguen en la calle, risas, vino, pinchos, charanga, música, el ir y venir de las palabras, los deseos se entremezclan entre la multitud de hombres y mujeres.
Sumergidos en la tamborrada, seducidos por el estruendo, recorremos las calles del Casco Viejo de Pamplona, los amigos, la chica es su triunfo, su conquista, su poder, expresan: ¡es muy guapa!, muy… son los días de las almas que liberan deseos encerrados.