VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


ESOS PEQUEÑOS GESTOS DE UN GRAN SANTO

Amaya Arenzana Méndez

6 de Julio, vestida de blanco impoluto, almuerzo, amigas, alboroto, risas y felicidad contagiosa por donde vaya, estos colores sacan algo de mi que está oculto el resto del año… Sólo quiero pasarlo bien y no pensar en mis problemas, pero te veo, te vuelvo a ver, sólo hago que encontrarte por las mismas calles y los mismos bares… Pero no quiero otro problema en mi vida, ¿Por qué te cruzas tanto por mi camino?

Creo que te odio…

Pasan los días, otra vez la misma historia, a ver si San Fermín intenta decirme algo…

Me arriesgo, voy por ti, tengo un escudo blanco y rojo que me da fuerzas para dejar la vergüenza atrás…

– ¿Me estás siguiendo?
– ¿Me sigues tu a mi?

¿Qué está pasando aquí?

14 de Julio, me pierdo entre el barullo de las peñas y ahí estás tú, es como si una fuerza sobrenatural hubiera hecho que nos juntáramos una vez más, solos entre el gentío…

– ¿Estás sola?
– Ya no, ¿y tu?
– Ya no, ¿te vienes conmigo?

Creo que te quiero…

Pobre de mi… ¿Pobre?, entre las velas me besas, algo comienza, esto ya no es un problema, San Fermín a triunfado, que pillin eres pequeño gran Santo.

DESPERTAR

Celia María García Polo

El sol asoma sin ganas por encima del horizonte, el aire fresco de la mañana despeja los ojos del sopor, el clamor aumenta.

De entre la calma matutina empiezan a surgir las voces, susurros contenidos que se convierten lentamente en fuertes gritos de guerra recuerdo de los ancestros de estas tierras.

La vigorosa naturaleza que estos campos otorgaron a sus gentes desde tiempos remotos pugna por salir a la luz, aunque solo sea por unos dias, en esta época gris y anodina que anula la identidad de los hombres.

Olor a pólvora. La polvora que no mata, la que libera el espíritu de un pueblo y atrae a los que la sienten a unirse en un ritual sagrado con sus congéneres y con su entorno.

El santo los ampara a todos por igual tal como lo hicieron los antiguos dioses antes que él. La tensión aumenta en los músculos y los corazones, el estruendo.

Se acerca el momento de la verdad. La perfecta comunión entre el pasado y el presente que confluyen en el interior del que hoy se siente libre de ser tal como su naturaleza le dicta sin el yugo que tras el «Pobre de mi» de nuevo se le impondrá.

SED

Fernando Gracia Ortuño

Puedo verlos agitarse y saltar desde la rendija de la valla. Se han hecho cruces bajo una hornacina y luego ha sonado una explosión. En cuando han abierto todos hemos salido en estampida tras de ellos. Las primeras calles no estaban tan confluidas, pero a partir de una curva el sonido y la agitación se han multiplicado. Alguno de mis compañeros se ha puesto nervioso cuando les sacudían el lomo con sus periódicos y esto ha incrementado la velocidad, otro se ha caído contra los tablones y unas luces instantáneas nos han deslumbrado en medio de todo el griterío. Hay gente por todas partes. En mi vida solariega en la dehesa había vista tanto bullicio. Es todo tan novedoso y divertido. Algunos bípedos vocingleros beben de unas jarras macizas y transparentes, mientras otros se precipitan, festejan y ríen alborotadoramente, Los más van vestidos de blanco y rojo con un envoltorio en la cabeza mientras se lanzan como locos en pos y delante de nosotros. Nos persiguen, los perseguimos, nadie sabría decirlo. Al final del recorrido, al entrar a trancas y barrancas en una inmensa plaza arenosa, han empezado los lances alrededor. Gritos, exclamaciones. Mugía fuerte, pero nadie abrevaba, sino de esas extrañas jarras relucientes.