LA MECHA
Iranzu Lecea Malagón
Y allí estaba yo. El ambiente me embelesaba, me llenaba por dentro. Sentía que a mis 98 años nada podría conmigo. Todo es diferente desde que me detectaron esta enfermedad, pero yo lucho, día a día, por volver a vivir mis fiestas del alma.
Salir al balcón rebosante de alegría, en mi silla de ruedas, y no poder reprimir una sonrisa pícara y la lágrima que recorre mi arrugada mejilla al escuchar los cánticos a San Fermín. Una vez más volvería a ver cómo los mozos corrían delante de unos cuernos que no frenaban, volvería a ver mi espíritu valeroso reflejado en los cuerpos de otros.
Recuerdo gratamente aquella vez en la que yo arriesgaba mi seguridad por sentir esa sensación, y el momento de llegar a la plaza. Allí vi por primera vez a mi Julia. Nuestras miradas se cruzaron y no pude evitar salir del ruedo para acercarme a su sonrisa de porcelana.
Un 7 de julio cambió mi vida, y siempre recordaré todo lo bueno que me dio. Sin duda, es una fecha que marca el corazón.
Y no puedo evitar pensar que, mientras mi mecha se apaga, otra se enciende, y el cohete suena.
LA TIRITA DE SAN FERMÍN
Kuko Aramendia
-¡Ha perdido mucha sangre! -dijo mi madre llorando-, y, sin dejar de hablar por el móvil, me pidió que esperara, que tenía que hablar de cosas importantes con el tío Ramón. Y así me quedé solo dentro de la habitación del hospital. Papá no se movía y tenía tubos colgando por todas partes. Mamá me dijo que con el accidente del camión papá había perdido más de un litro de sangre, y que por eso se había quedado como dormido, y que tardaría en despertarse. Yo me preguntaba qué podría hacer para ayudarle. Ya habían empezado los sanfermines, y él me había prometido que iríamos juntos a las barracas, a montarnos en la rana que da saltos. Entonces se me ocurrió una fabulosa idea. Me subí a la cama donde él dormía, me quité la tirita, y acerqué la herida de mi rodilla a sus labios. Me la había hecho a la mañana en el patio del cole, y todavía sangraba. Al día siguiente, mi padre despertó, y a escondidas le conté todo. Él se rió mucho y me dijo que gracias a esa sangre había vuelto a abrir los ojos.
¿ESTÁS PREPARADO?
Javier Burguete Del Castilo
Hola Fermín,
te escribo para comentarte el plan de estos días:
Sonará el despertador, ¡ya falta menos! En menos de cuatro horas, diremos adiós a la crisis y hola a las risas. Ropa blanca preparada, faja a la cintura y pañuelico a la muñeca, es demasiado pronto para anudarlo al cuello. Iremos llegando, uno a uno, diciendo: ¡ya han llegado! ¡por fin! Empezarán a desfilar los huevos fritos, las txistorras y el kalimotxo. Las 12. Ya habrá explotado la fiesta en Pamplona, en Iruña. El sentimiento inundará las calles. Iremos con las peñas, a los toros, a los fuegos y a los conciertos. Callejearemos con amigos, amigas, novias, novios y familiares. ¡Ya estaremos en el encierro! El sol de la mañana nos cegará a pesar del último modelo de gafas que hayamos comprado durante la noche. Volverán los huevos y las txistorras, esta vez con gaiteros y gigantes. La jota empezará a dejarse escuchar. Después de la procesión, volveremos a casa para ducharnos e iremos a los toros, que ya estará la merienda preparada. Cánticos con las peñas, cubatas por aquí y por allá, corriendo nos daremos otra ducha y volveremos a las calles para ver los fuegos y todo lo que surja…¿estás preparado?