IRANZU, MI NIETA
José Joaquín Medrano Artola
Una visión rojiblanca, una sensación, una esperanza, un anhelo. Una explosión, una alegría, un calor, una ebriedad, un cansancio, un frío. Una inconsciencia, una quietud, un descanso. Y al final, una pena, que se abre al “ya falta menos”. Siempre es igual, pero nunca se pierde la ilusión de su repetición. Siempre es igual. ¿O no? Gigantes, capeas, joticas, barracas, encierrillo, fuegos, el encierro,… Bailes, ligues, borracheras, la noche, la madrugada, las peñas, el encierro,… Almuerzos, toros, meriendas, cenas, alcohol, el encierro…
¿Y este año? Este año Iranzu. Mi nieta. ¿Y eso lo cambia todo? Sí,… y no. Sigue habiendo una visión bicolor, una sensación, una esperanza, un anhelo. Sin duda habrá una explosión, una alegría, un calor, una ebriedad (algo menor), un cansancio (mayor, sin duda), un frío (que paliaremos con blusas y chaquetas). También habrá una inconsciencia, una quietud, un descanso. Y al final, la misma pena, y el “ya falta menos”. Este año, Iranzu, gigantes, capeas (a Iranzu le encantan los muuuuus), joticas, barracas, encierrillo, fuegos, el encierro,… y bailes. A Iranzu también le encanta bailar al son de la música. No perderemos almuerzos, comidas y cenas. Pero la noche será más corta. El día más largo. Iranzu conocerá San Fermín.
CAMBIO DE TRADICIÓN
Asier Rey Salas
Ninguno de los presentes se lo esperaba. Eran ya muchos años, miles de Sanfermines a sus espaldas, y a nadie se le había ocurrido semejante posibilidad. Lo cierto es que la tradición se había impuesto siempre a la fatalidad, y nunca se había previsto algo semejante. Pero ese seis de julio, para su desgracia, algo iba a cambiar.
La Plaza del Ayuntamiento estaba a rebosar, como correspondía a una fecha tan señalada. El concejal de turno salió, al balcón, gritó la consigna acordada y el gentío se enardeció: «Pamploneses, pamplonesas. ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermin!». Acto seguido, prendió la mecha del cohete y Pamplona entera se preparó para la fiesta. Como si de un redoble de tambores se tratara, las voces de la plaza se fundieron en una y aguardaron la explosión del chupinazo.
Ésta no llegó. El cohete dejó de subir hacia el cielo y comenzó un obligado descenso. La algarabía de la plaza cesó y murmullos de preocupación se extendieron por doquier. Entonces, la gente comenzó a entender.
Con el cohete apuntando a sus cabezas, la tradición había variado. Si querían salvar el pellejo, debían huir cuanto antes. Correr un improvisado encierro, en pleno seis de julio. Y sin toros.
TENTÁCULOS EN POLVOROSA
José Díaz García
San Fermín 2014: “Inexplicable evaporación de un individuo en el primer encierro”.
Configurando anatomía de la especie destino. Modificando estructura molecular. Duplicando vestimenta. En cinco segundos la transmutación será completa. En cuatro, tres, dos, uno…
Hungba abrió entonces los ojos rodeado de una multitud vestida de blanco, con unos curiosos pañuelos rojos anudados bajo sus cabezas. Tocó instintivamente el suyo al tiempo que visualizaba su ropa para comprobar su similitud con la del resto. Sonó entonces una especie de disparo y todos a su alrededor echaron a correr por la superficie empedrada sobre la que se encontraban. Cuando quiso darse cuenta ya los tenía encima. Pensó que los ojos iban a salírsele de las órbitas. Debía tratarse de una invasión de seres muy distintos a los humanos y en apariencia mucho más peligrosos. Aterradores. Se quedó petrificado, aunque en el último instante, cuando la primera de las bestias tenía una de aquellas lanzas afiladas a centímetros de su pecho, fue capaz de presionar el dispositivo de fuga de urgencia alojado bajo su piel a la altura del esternón.
Recuperada su forma habitual, Hungba seguía enmudecido de terror en el interior de la nave.
Descartando invasión del Planeta Tierra. Ajustando parámetros. Seleccionar nueva Galaxia.