VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


REFLEXIONES DE SAN FERMÍN

Fabiola Roa Lobos

Sí, aquí está, otra vez. Esta loca sensación, que me recrimina: _¡Prepárate! ¡Busca la ropa sanferminera, pero ya! Y el corazón empieza a latir, lleno de sentimientos festivos. Han llegado nuestras fiestas, las más esperadas de todas, porque cada aňo son diferentes y nos llenan de ilusiones.

Siempre he pensado que no soy la única, que experimenta esto. El ambiente se impregna de alegría y las personas el chip de sus vidas, durante una semana. Dejan de lado sus glorias y sus penas y
se dejan llevar por el espíritu del Santo morenico.
¿Cómo no voy a adorar mis fiestas? Y que me lleve el diablo, si no puedo ir al chupinazo o a llorar cuando tengo que entonar el Pobre de mí.

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morenico. ¿Cómo no voy a adorar mis fieStas

EL GUÍA

Carlos Campión Jimeno

Le gustaba su labor y actuaba con diligencia para conducir al grupo, supliendo con la experiencia, la merma de energía que la edad otorgaba a otros colaboradores. Procedía con poderío y sin tomar iniciativas, lo que hacía de él un funcionario eficaz y previsible. Con la rutina de los años, conocía tan bien cada quiebro de las calles y cada textura del pavimento, que su tránsito indudable transmitía a sus seguidores la certeza que necesitaban. A pesar de algunas indecisiones de los participantes y de la turbamulta, eternamente empeñada en estorbar, siempre había culminado con éxito su misión. Sin embargo, este primer día de trabajo estaba un poco nervioso. El comienzo de la campaña le producía un pequeño desasosiego de incertidumbre que los muchos años de carreras no habían podido eliminar.

El sol había salido. Percibió que faltaba poco para la faena y se puso tenso. A la señal, comenzó a trotar en círculo. Los demás, desconcertados, lo imitaron. Tomó posición y al abrirse la puerta, salió al galope mientras en el cielo explosionaba el cohete de las ocho. Al ritmo del cencerro que pendía de su cuello, enfiló resuelto por la cuesta de Santo Domingo, con la manada detrás, siguiendo al guía.

UN DÍA PERFECTO

Miguel Angel Moreno Cañizares

Caminó arriba y abajo por la calle de la Estafeta, con la parsimonia del que llega con bastante antelación. Se entretuvo prestando atención a los escaparates que anunciaban las novedades veraniegas y memorizando los grandes carteles con las ofertas de temporada. Los bares, en cambio, a esa hora aún permanecían cerrados. Sin duda había sido una noche ajetreada. Las primeras luces surgían por encima de los tejados. Para consumir el tiempo, dio no menos de tres vueltas a la Plaza del Castillo. Regresó sobre sus pasos, dudó si tomar la calle Javier, pero prefirió encaminarse hacia Santo Domingo. Las calles empezaban a poblarse, Pamplona en ebullición. Entonces recordó a su abuelo, el primero que le habló de los sanfermines y del que heredó el pañuelo rojo que ahora portaba en el cuello. Cómo no pensar en sus interminables charlas de antes de dormir. En su cara surgió una enorme sonrisa. Ya es 7 de julio. Van a dar las ocho. Puede ser un día perfecto, pensó.