CARADULCE
Carlos Campión Jimeno
Caradulce era un kiliki bonachón, junto a Berrugón, llegó a unos Sanfermines de posguerra, cuando la fiesta era patrimonio de la calle y de la alegría de los pamploneses.
Aquí conoció a Napoleón, otro kiliki veterano, cuya compañía le estremecía y le despertaba emociones afectivas. Pensó en la amistad, pero se conmovía imaginando su abrazo y descubrió que su sentimiento era más fuerte y más hermoso. Buscaba su roce en la estrechez de las calles y se inquietaba si no lo tenía cerca. Lo quería como se quieren El Japonés y La Japonesa, aunque Napoleón no se daba cuenta. Tenía celos de todos, Gigantes, Zaldikos, Cabezudos y hasta de la chiquillería. Enloqueció de pasión y quiso aflorar su sentimiento, pero el miedo al rechazo y la indiferencia de su deseado le hicieron ver que su amor era imposible. El desengaño fue tornando su carácter, la bondad dio paso a la saña con la verga, se le arrugó el ceño, se le afilaron las facciones bajo el tricornio y fue incapaz de mirar de frente.
Ocurrió hace muchos años, sin embargo todavía se le puede ver en la comparsa mirando de soslayo a Napoleón. Pero que nadie busque a Caradulce, ahora le llaman Caravinagre.
HUMO
José ángel Calvo Berdonces
Tan(1) contento, tan(2) ufano, tan(3) embriagado, tan(4) creyente; tan(5) atractivo, tan(6) bizarro, tan(7) lúcido, tan(8) disidente; tan(9) agregado, tan(10) fulero, tan(11) honrado, tan(12) indecente…. Chupinazo: humo, cava y gaiteros. Si no tienes un duro no te hace caso nadie… Salto, con los brazos en alto invadido por la felicidad y la paradoja, es todo tan turbio y tan puro, tan kitsch y tan auténtico… Humo. Calla Caravinagre, deja de filosofar, te ha poseído el fantasma de Hemingway, o eso, o el espíritu del vino. Cuando he ido esta mañana a la peña no me invadía esta euforia, en fin, ajoarriero de menos, patxarán de más. Humo. Yo sé bien que estoy afuera, San Fermín ya no es lo que era o quizá es cosa mía, no sé, ¡Heráclito cuanta sabiduría! no podemos entrar dos veces en la misma Fiesta. Humo. Andanada ¿sexto toro?, que limpio voy, ¿con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero?, salimos… Heráclito, la pancarta es la misma pero no conozco a nadie. Humo. ¡Esa, esa, esa, esa Pamplonesa!: El que se levante para las seis, delante de los toros correrá…, Ernest las ocho, los Miura esperan y el humo se desvanece: The Sun Also Rises.
PREMONICIONES
Amílcar Bernal Calderón
Corrían por los ríos de su sangre los toros desbocados. En una vena del cuello, por donde horas después pasaría el tropel del miedo babeando amenazas, se encontró con la raíz de su insomnio frente a los cuernos nocturnos de la media luna. Los dedos de las manos, como banderillas bondadosas, renunciaron a causar el dolor que llovería hacia la muerte, a las cinco de la tarde, como susurra el verso inmortal de Federico. Un vacío dentro de las rodillas, parecido al síndrome del frío que atormenta el comienzo del sueño de los niños, le hizo temer que no alcanzaría la meta del salto salvador que lo escondería del puñal curvo y oscuro de cada pesadilla. Su estómago renunció al trozo de lomo asado del tercer toro de la tarde, abierto por el cuchillo carnicero, que mañana saciaría el músculo de la imaginación, aquel que año tras año atraviesa el callejón del pánico rodeado de aplausos y cornetas. Y otra vez, como siempre, abrió el libro de Hemingway, La muerte en la tarde, bebió un sorbo de agua, optó por una dieta vegetariana y aceptó la certeza de una muerte remota, rodeado de nietos y de miedos sin prisa.