EL ÚLTIMO SUPERVIVIENTE
Raúl Clavero Blázquez
Después de atravesar varias galaxias, y al límite ya de mis reservas, por fortuna conseguí aterrizar en un planeta habitable. Durante los primeros soles adopté la forma de la especie más numerosa. Se hacen llamar a sí mismos pamploneses y me resultan insoportablemente bulliciosos. La mayoría de ellos viste de blanco, les gusta reunirse bajo la mirada de una figura inerte a la que denominan San Fermín, y necesitan alimentarse durante horas de ciertos líquidos que, paradójicamente, los acaban desconectando de sus principales funciones motoras y cognitivas. Parecen felices, pero viven bajo el yugo de una especie dominante: los toros.
Los toros son fuertes y veloces, poco comunicativos, llevan armas de ataque incorporadas en sus cabezas, y tienen por costumbre conducir cada mañana a decenas de pamploneses hasta encerrarlos en un recinto circular con quién sabe qué propósito. Los pamploneses intentan evitarlo usando unos rudimentarios escudos con forma de lienzo enrollado pero no pueden hacer nada. Siento cierta lástima por estos débiles seres, pero he de pensar en mi futuro, en mi supervivencia. He decidido, por tanto, mimetizarme con los toros y correr con ellos hacia el extraño recinto circular. Ardo en deseos de saber qué me aguarda en su interior.
SE VIVE MUCHO ANTES
Daniel Maldonado Gibello
Todo estaba preparado. Mentalmente repasaba todo lo necesario para el momento de la verdad. Había dejado mi mochila con la cámara en el hotel. La curva de Mercaderes con Estafeta, debía tomarla por el interior. En ningún caso debía llamar la atención de ningún astado que llevase delante para evitar que se pudiera volver. Debía tener muchísimo cuidado a la entrada a la plaza. Y por último, si me caía «Dios no lo quisiera» debía cubrirme la cabeza con los brazos y permanecer en posición fetal aguardando, e intentando no levantarme inmediatamente. Habíamos terminado el último de los cánticos, en la cuesta de Santo Domingo, pidiéndole ayuda a San Fermín. Una y otra vez, visualizaba cada uno de los casi 850 metros del recorrido hasta que llegaba triunfal a la plaza. Me habían advertido que era casi imposible completar todo el recorrido de una sola vez, pero yo, estaba preparado y mentalizado para ello. Los nervios afloraban y un sudor frío recorría mi cuerpo. Un timbrazo y… Otra vez despierto del mismo sueño. Aun faltaba una semana para visitar Pamplona e impregnarme de sus costumbres, sus gentes y todo lo que le rodeaba, pero yo, hacía tiempo que había empezado a vivir las fiestas.
ESTADO EMOCIONAL
Ana García Paniego
Explosiona la Fiesta… ¿pero no empezaba el 7 como dice la canción?… No cabe tanta alegría, añadimos un día más…bien dice el refrán, a quien madruga… La masa blanca se expande como nata líquida derramada en un laberinto. Entre desayunos y cánticos revienta la fiesta. Persuadidos por el fervor llegamos a la plaza, punto de reunión. No queda una sola molécula de aire. La plaza nos engulle y nos zarandea. Pañuelos rojos al aire, saludos y cohete, pañuelos al cuello.
Cervezas, vino e irrumpen los primeros madrugadores toros. Nos bendice el Santo y oímos las jotas. Surgen los Reyes, tan altos, tan grandes, tan danzarines. La Fiesta no cesa…los pasacalles, las peñas, las barracas, las charangas, los fuegos en las noches estrelladas, las atracciones callejeras…la música nos cobija y se hace eco de tanta alegría.
¿Es una fiesta o un estado emocional?
El ritual termina en un corro de velas encendidas como corresponde a una sentida despedida.
Pamplona cumple su ciclo anual y renace tras el tsunami. Es el calendario sanferminero que se repite cada julio que se renueva cada verano.