VII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


DOS NOCHES HAY EN EL AÑO

Luis álvarez Atarés

– ¿No eran tres jueves? –le interrumpió de un relincho el tordo corcel.

– Es que no hablo del brillo del sol, hablo del de los ojos –apuntó mientras rumiaba el camello-. De esa sensación indescriptible que nace del estómago… De ese cosquilleo escalofriante de los días previos, descontando horas, minutos, segundos… que se concentra en una noche. En dos, mejor dicho.

– A ti como no te zarandean solo le ves la parte bonita –volvió a inmiscuirse el caballo de madera-. ¡Y tu jinete será más ligero, pero el mío es de buen comer!

– En eso no te quito razón, Melchor se cuida mucho. Pero piensa en la felicidad que proporcionas a tanta gente: mayores y niños.

– ¡Cómo se nota que lo tuyo es solo una noche! –apostilló de nuevo el zaldiko.

– Bueno… Desde Oriente tenemos muchas leguas de camino –rebatió el rumiante- aunque sigo pensando que lo compensa todo la sensación que ayudas a producir en los niños y no tan niños. Y tú tienes más raticos de roce.

– Te voy a tener que dar la razón.

– ¡Qué hay más valioso que una sonrisa!  

MOMENTOS ANTES

Xabier Sevillano Vaca

Faltan diez minutos, y no veo a mis amigos. No me importa. El ambiente es cálido, todos sonríen y me siento arropado. Algunos impacientes comienzan a saltar, sacando los pañuelos de sus bolsillos. Otros, desatándolos de sus muñecas.
Un rumor de fondo se oye. Entre él, las notas de una canción, a la cual nos unimos todos como si de un himno de tratase. La canción corre entre el barullo como una onda expansiva, transmitiendo la alegría del momento. Eufórico, me abrazo a un desconocido, que me sonríe y comenzó a cantar conmigo. El desconocido, yo, la plaza entera, queremos exprimir el momento. Todos los años es igual, pero cada vez es diferente, como un boceto realizado a mano alzada.
Aunque no veía nada, la tensión del ambiente cambia. Sé que se acerca el momento. Alguien ha salido al balcón, y ahora todos lo adoramos, como portador del alma de las fiestas. La manta carmesí de pañuelos al viento cubre la explanada y, jaleando al santo patrón, todos esperamos al estallido de adrenalina. Un instante que dura apenas un suspiro, fugaz como la vida de un cohete. Luego, alegría en todos los rostros, besos y abrazos, bailes y saltos. La fiesta ha comenzado. 

OTANO 1954

Alfredo Andreu Rios

Mi primo me contó que, en los baños del “Bullicio Pamplones”, había una puerta que no llevaba a ninguna parte. Por alguna razón se cerró la salida pero se conservó la puerta. Después me inculcó el mito de que, si se atraviesa un 7 de julio, descubres porqué vienes a San Fermín. Como tenemos complicidad especial, y nos entendemos con estas metáforas, fui a los baños convencido de encontrar, escondidas, las botellas de patxarán. Sorpresa: la puerta estaba hueca. Adentrándome en ella, aparecí nuevamente en el baño. Pero en otro diferente. Secándome el sudor salí de él, accediendo a un bar, que tampoco era la peña. Ensombrecí la mirada y vi escrito en el calendario “JULIO 1954”.
Agobiado, intenté salir. De pronto, mientras remontaba la marea de gente, una voz me detuvo: “¡Tres más de bacalao Asunción!”.
Comprendí que estaba en Otano, muchos años antes de nacer. Me dirigí a las cocinas y allí estaba ella, con su delantal. “Hay que joderse” –dijo mirándome– “el día más ajetreado y me traen camarero nuevo”. Irreconocible y enmudecido frente a ella le agoté la paciencia: “Bueno qué ¿Qué tienes que decir?” Y envuelto en el humo de sus guisos le susurré tres palabras: “muchas gracias, abuela”.