VII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


¡VIVA!

Naiara Olague Fernandez

Los calcetines antes que el pantalón. Es importante seguir el ritual, no vaya ser que hoy haga algo diferente y tenga que lamentarme. Respira, intenta poner la mente en blanco y cierra los ojos. Vuelve a respirar. El olor les delata, así que abre los ojos y empieza a correr. ¡Adrenalina pura!

No puedo parar de reír. Y las gotas de sudor siguen recorriendo mi frente pese a que Maite no hace mas que pasarme cubitos de hielo por ella
para refrescarme. ¡Qué calor! Y el guisado de hoy ¿A quién se le ocurriría traer eso para merendar?

Con el pantalón corto de hoy, siento la hierba fresca que roza mi piel. Hoy tengo el día raro, será el calor, y casi no soporto el ruido, pero son las 23:00 y es una cita obligada.

Bailar, bailar y bailar. Esta canción no me la sé, pero es como si me la supiera, porque los gritos ensordecedores hacen que penetren en mi mente y sienta las palabras antes que la música. Alguien ha tirado algo fresco al aire -no sé que es pero tengo la piel pegajosa- y he gritado del gusto.
 

ASI SON

Margarita Beregaña Arrizabalaga

Todo el mundo buscando su atuendo en el ropero olvidado. ¡Esto… no me entra!, ¡esto, hay que plancharlo!
En la calle, la gente espera ansiosa un estruendoso ruido. El cohete enciende su mecha a las doce, relojes sincronizados. El último trozo de pan del almuerzo engullido, y el traguico de pacharán, ¡Salud!
¡Piribiribiribiri piribi! Los niños disfrutan de los viajes en los autos de choque, y los no tan niños también. Un algodón de azúcar dibuja la sonrisa de muchos y el pollo asado, ¡cómo no!
El sol, deja paso, a la maravillosa luna, y entre risas y admiración ¡ohhhhhhhhh! El cielo, se tiñe de colores y un eco invade la ciudad. Los abuelos abrazan a sus pequeños, diciendo: ¡no temas, no pasa nada! Y en los bares y calle la gente canta y baila, como si nadie tuviera problemas. ¡Y a mí me gusta, el pipiribipipi, de la bota…!.¿Mañana vas a correr el encierro?
El santo con su capote, libera de los astados a muchos corredores, a quienes palpita el corazón como aquel día de San Fermín de hace años, cuando conoció a 

MAGIA

Loli Albero Gil

MAGIA
De la marea blanca, moteada como por cerezas, brota la fiesta, arrolladora e intensa. Sandra piensa que las noches sin dormir no van a ser óbice para no absorber de lleno experiencia tan fascinante, jamás imaginada en su pequeño pueblo de Irlanda.
Llegó con cinco amigas y hace horas que no sabe de ellas, pero no le importa, porque ha conocido al chico de sus sueños y con él brinca en la Plaza del Castillo, al son de la música, luego de retozar a placer por la Ciudadela, fotografiarse con el fondo de los cervatillos y jardines sin parangón de La Taconera y haberse entregado al amor en el hotel más emblemático de la ciudad, “La perla”, donde él se aloja siempre, seducido por el imán del escritor norteamericano.
Ni Sandra ni Eric saben qué va a pasar, pero viven momentos mágicos. Una ciudad aparentemente sencilla como Pamplona les ha atrapado en una telaraña de dichas ignotas y sensaciones imposibles de explicar y olvidar. Se preguntan cuántos cómo ellos estarán alabando a un santo mucho más eficaz y divertido que san Valentín. Se besan con el fulgor de la aurora en sus ojos, sobrevolando el olor a tinto y a toro que les circunda.