VII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


PAPEL DE AYER

Manuel Mérida Ordás

La mesa estaba salpicada de cartas. Había una, de todas, escrita a mano. La silueta de aquellas palabras me era familiar, y descubrí que era mi tío quien firmaba. Mi padre la habría estado leyendo durante la comida, pensé, y por ello algunas gotas de vino se escurrían del papel. No había nadie en casa. Aún no me había logrado anudar el pañuelo rojo al cuello, y esperaba a que mis amigos llamaran al timbre mientras comía algunas sobras de la mesa. Echado en una de las sillas, empecé a leer lo que aquella carta decía, apretando los dientes para sostener una sonrisa que se me escapaba por momentos de la boca. Claro, me había extrañado que mi padre me quitara el castigo y me dejara ir finalmente a mis primeras fiestas de San Fermín. «Acuérdate de los bailes en bares, los besos en parques, las risas de amigos, la entrada a la plaza, los toros corriendo, nosotros cantando. Las promesas, aquellas comidas, las primeras cervezas, los primeros vinos, cuando leímos a Hemingway y soñamos con Fiesta, y después, que lo vivimos. El sentir que la vida tenía algo que ver con todo aquello, tenía que estar allí», terminaba mi tío. 

DESDE TXIKITA HASTA VIEJA

Elena Burguete Del Castillo

Hoy no hace falta alarma, ni nadie para despertar. Hoy nuestro cuerpo sabe, que toca madrugar. El sol brilla por su ausencia, pero eso forma parte, de Pamplona y de su esencia. Ropa blanca bien planchada, que el pañuelico y la faja, ya empiezan a asomar. A las doce el estallido, los pelos de punta pondrá. Son 204 horas, de jolgorio sin igual. Las txarangas con las peñas, van tocando sin cesar, la fiesta nunca frena ¡solo acaba de empezar! Sube Santo Domingo, y llega al ayuntamiento, que la curva de estafeta, no te dejará frenar. Para en un bar y prueba un pintxo, y si puedes un buen vino, siempre es bueno de catar. Los fuegos artificiales ¡qué momento sin igual!, con familiares y amigos, siempre para disfrutar. Unos churros pido al nieto, que espero que traiga al llegar, después de una buena noche, que con las dianas terminará. Y así durante nueve días, nueve días sin parar, que hay que demostrar que en Iruña existen, unas fiestas sin igual. ¡Ay mi San Fermín querido! Cuánto te puedo yo amar. Desde siempre y hasta siempre, no te dejaré jamás.  

ESTALLÓ EL SILENCIO

Alvaro Dorronsoro Guinea

Y de pronto… ¡estalló el silencio! Aquella fiesta, la más bulliciosa del mundo, enmudeció por un instante después de casi 24 horas de algarabía y jolgorio colectivo.
Sin embargo, aquella imagen, figura central de todo aquello, había logrado que el silencio se impusiera.
El llanto del bebé, el murmullo de los mayores, la música… todo, absolutamente todo cesó en el momento en que comenzaron a sonar los acordes de la guitarra y una jota cantada en su honor tomó el protagonismo de aquel tradicional momento.
Todo tipo de emociones y sentimientos afloraron entonces: promesas, agradecimientos, alguna que otra despedida y más de una lágrima.
La espera volvería a ser larga. 365 días. Un año. Y en otra nueva mañana de 7 julio volvería a estallar aquel silencio en la ciudad que acogía la fiesta más bulliciosa del mundo.