VII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


¿MERECE REALMENTE LA PENA?

Javier De Miguel

– Bueno, todo listo:

Salir del curro a las 4, comer algo ligero, siestecita para reponer fuerza y tren al aeropuerto. Coger el avión a las 20h, 55 minutos de trayecto, para llegar a Iruña sobre las 21h.

Taxi al centro y pillar la txaranga de tarde. Ya, junto a éstos, tomar unos pintxos, mientras Juanillo cuenta anécdotas del inicio de fiesta (ya verás la envidia, copón!!).

Después, a la txaranga de noche, supongo que previa discusión de si vamos con esta peña, de si esta txaranga es la mejor…

Acabada la nocturna, será momento de tomarse unas copitas a gusto, no sé si bailoteando pachanga con las guiris en las carpas de Labrit u oyendo buena música en Jaraura. Y, por fin, a las 6:45, como un clavo, en Nueva para disfrutar con las dianas.

Dormir 4 horitas, vuelo de regreso y a las 4 trabajando.

– ¿Te merece la pena coger billete de avión, pagar habitación, dormir poco, volver al día siguiente para trabajar toda la tarde, por unas horas en Sanfermines?

– Vestir de rojo y blanco, seguir txarangas, vivir el ambiente de Iruña, disfrutar de La Pamplonesa… ¡¡gozar de las mejores fiestas!!.

¡¡POR SUPUESTO MERECE LA PENA!!

¡¡¡GORA SAN FERMÍN!!!!
 

¡VOLVERÉ!

Mikel Garcia Amores

Despertó con el sol en la cara y el sonido de txistus y tambores de fondo. A su alrededor olía a kalimotxo, a pis y a txistorra. Sus ropas habían dejado de ser blancas y una fina película de vino seco cubría sus brazos y su cara.

No sabía cómo había acabado durmiendo en aquel escalón. Un manguerazo que amenazaba con empaparle le obligó a desperezarse y a levantarse. El operario de limpieza le permitió meter la cabeza bajo el agua fría.

Miró a su alrededor. La calle estaba animada. Una txaranga tocaba como si no hubiese mañana. Varias cuadrillas tomaban pintxos y potes y los niños corrían delante de dos kilikis con cara de pocos amigos.

Rebuscó en sus bolsillos. Ni rastro de su valioso teléfono móvil. Abrió la cartera y tan solo pudo rascar unos centimillos, ni para un café tenía… Comprobó con cierto alivio que tenía las llaves del coche. En el bolsillo trasero descubrió un papel con un número de teléfono y el nombre de Amaia. Recordó unos besos de borracho en la barra de un bar.

Sonrió y empezó a andar en busca de su coche. Apenas recordaba nada, pero se dijo que al año siguiente regresaría a Pamplona.
 

PUNTUALMENTE CADA JULIO

Marta Caro Calvo

Amantes de aniversario en un día de verano. Nos sangraba la vida en el cuello y en la cintura, sobre la ropa de un blanco impoluto en que nos declarábamos inocentes. Siempre tropezando en la misma esquina adoquinada de un encierro involuntario que duraba apenas unos minutos tempranos, asfixiando el aire, rodeados de recorrido programado. Dispusieron la arena para recoger las últimas pisadas nerviosas en aquel círculo sin salida aparente. Las veinticuatro horas en que, kamikazes, nos reencontramos puntualmente como cada julio, convertían el miedo casi en un estado de ánimo. Nos despedía la noche, el encuentro furtivo acompasando de orquesta, fuegos artificiales coronando el cielo opaco y nuestros nudos rojos cada vez más sueltos, más ligeros, como sin pulso. El final de un día de verano.