EL VIAJE
Aitor Royo Sánchez
Tras el clamor, sólo sintió calor. Siempre se había preguntado por la utilidad de aquel fino cordón. Ahora, era escalado por una llama que devoraba cada milímetro de su enigmática extremidad. Y entonces, sucedió. Un sonido emergió de la nada para propulsarle en sentido contrario a la gravedad. Miles de barbillas se alzaron sin más fin que buscarle. Él era el protagonista.
A medida que sus observadores se hacían más pequeños, descubría nuevas sensaciones. Su tiempo se consumía y el palpitar de su corazón de pólvora había tornado a incesante. Nunca había soñado con presenciar tal visión. Un laberinto de calles, abrazado por una muralla, era bañado por diminutas manchas blancas y rojas. Cuanto más vivo se sentía, más cerca se hallaba de la muerte. Estaba más próximo a San Fermín que cualquiera de los fieles que todavía le discernían.
Y su historia acabó. Su tronco se difuminó en cien decibelios que arrancaron otra explosión. Ésta, de alegría y pasión. Su viaje apenas duró un segundo. Pero si le hubieran dejado escoger una nueva vida, sólo hubiese pensado en repetir la suya. Una diminuta nube oscura le recordó durante un único instante. Pamplona ya vivía su fiesta.
SANGRE
Patricia Díaz Santos
Era el gran día y el corazón de la población empezó a latir con un ritmo frenético bombeando líquido rojo por las arterias de la ciudad. Se mezclaba con la linfa en cada sístole y diástole, formando riadas que inundaban las calles de hemoglobina.
Al día siguiente, a las ocho de la mañana, el núcleo urbano sufrió durante unos minutos un paro cardíaco, la respiración de cada glóbulo se contuvo. Buenasuerte se volvió y embistió al pastor más joven. La herida no fue grave, un corte limpio por asta de toro, que le hizo sangrar hasta teñir de bermellón la calle Estafeta.
Pero perdía mucha sangre y le llevaron urgentemente al hospital en la ambulancia, para poderle realizar una transfusión.
Al cabo del tiempo se recuperó y empezó a correr todos los días, a las ocho de la mañana, desde la Cuesta de Santo Domingo hasta la Plaza de Toros. Dicen que le inyectaron sangre de un Miura y desde entonces se imagina que le persiguen los mozos o que está en el tercio de muerte.
LA BODA DE LA CUÑADA
José Luis Foncillas Elso
«Os invitamos a nuestro enlace matrimonial que tendrá lugar el próximo seis de julio a las doce horas en la Basílica de San Ildefonso de Jaén y al almuerzo que se servirá acontinuación en el Hotel Juteca. Se ruega confirmación».
No daba crédito a lo que leían sus ojos, subió en el ascensor refunfuñando «la madre que parió a mi cuñada andaluza, no podía haber elegido otro día, y en Jaén, el sartén de España, pero ¿ésta no sabe que yo no he faltado un seis de julio en Pamplona en cuarenta años»?.
Abrió la puerta de casa desencajado.
-¿»Y esa cara»?.
-«Mira tu hermanica».
-«Ya lo siento cariño, por una vez en tu vida que te pierdas unos sanfermines…Mira, aprovechamos y nos quedamos una semanica allí de vacaciones».
Siete meses pasó elucubrando inverosímiles e inútiles excusas hasta que llegó el fatídico día de hacer el equipaje.
Qué angustia y zozobra allí solo en aquél trastero y qué lágrimas de emoción a continuación al abrir su maleta y toparse con sus camisas y pantalones blancos, su pañuelo rojo con el escudo de la peña y una nota: «La boda es el dieciseis de julio, inocente. Tu mujer y tu cuñadica te desean felices sanfermines».