VII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


ENTRELUNAS LIMEÑAS

Laura Irurzun Urdiain

Dejé de vivir San Fermín para sentir San Fermín, a más de 10.000 kilómetros y con un gran océano de por medio. Cuando la distancia se interpone entre San Fermín y tú, la unión se hace más intensa y cosas que no hacías en tu Pamplona natal, en Perú se convierten en un clásico.Todo se detiene cuando empieza San Fermín, un 6 de julio lejano y unas madrugadas entre tinieblas para tres minutos de encierro.
Mientras duermes, los sueños añoran el sentir del hogar, el cariño familiar y un ritual nuevo se despierta cuando la lejanía se hace presente. Me levanto cada madrugada para ver el encierro pensando que este gesto me unirá más a mi gente, o eso quería creer; que levantándome estaba más cerca de todas las personas a las que no veía desde hacía casi un año.Años atrás, la fiesta se alargaba hasta el encierro, pero en muchas ocasiones volvía a casa y por la Vuelta del
Castillo escuchaba el cohete entre sueños.
Todo había cambiado y los colores, rojo, blanco y negro, me emocionaban durante esas madrugadas en la desconocida noche Limeña, fue en ese instante cuando empecé a sentir San Fermín por siempre. 

PROCESIONES

Lou Haso

El olor a sudor producto de la adrenalina se mezcla con el estallido de los cohetes que sacan a la manada de los corrales. En la calle Eslava, Hemingway se recoge las lágrimas con un pañuelo mientras piensa si dejar para más tarde lo del tiro de gracia. Tal vez el toro le perdonara la vida. Los cuernos le pesan demasiado. Observa el encierro desde su corazón encadenado. Piensa que los jóvenes no están locos. Buscan, como él, una forma de liberarse para siempre. Los tatuajes de la intervención a vida o muerte dan fe de la valentía. El resto, como todo en la vida, se lo sabe cada uno. Y aunque la fiesta siga, la procesión va por dentro. 

TENSA ESPERA

Itziar Erviti Serrano

Agudizo mi oído, hace poco que he escuchado como las campanas tocaban menos cuarto, ya no falta nada… El ambiente en la calle resuena en mi cabeza, mozos y mozas con sus ropas blancas, su faja y pañuelico rojo… Tengo los nervios a flor de piel esperando el sonido de la mecha ardiendo… Desde aquí el tiempo parece que se alarga, ya han debido de pasar otros 5 minutos, no puedo mirar el reloj, pero sin embargo su tic-tac llega a mí tan nítidamente que no sé si es mi corazón o el sonido de las agujas marcando los segundos. Mis pulsaciones empiezan a subir, ya no hay forma de controlarlas, no hay vuelta atrás. La mecha empieza a arder, la puerta se abre, no hay tiempo para pensar, no hay tiempo para sentimientos, empieza la carrera, son las 08:00 en punto. Comienza el cuerpo a cuerpo entre los mozos y yo. Mi próxima parada: la Plaza de Toros.