VIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


MAGIA VERAZ

Raquel Corrales Ucar

Son fiestas mágicas. No me lo vais a negar. A San fermín vine. Y en Pamplona me quedé. Fue el sonido de los tambores el culpable de aquello.
A ritmo de porrón , bailé , grité y aplaudí. Todo el mundo estaba feliz. Por las murallas de Pamplona corrí, en el césped de la taconera comí, lloré y viví.
Desde hace nueve años ya, blanco y rojo guardo durante el año en mi armario. Aunque reconozco que un toque lúgrubre también pongo al vestirme en estas fechas, porque creo que aunque son celebraciones a nivel mundial, algo me diferencia de los navarros y navarras que con sus mejores galardones nos hacen sentir y admirar a todos los demás.
No faltan gorras, sombreros , gafas de juguete , con los que nos disfrazamos y amenizamos la fiesta. Gigantes y Cabezudos, música a todas horas. Siete días de nervios preceden al siete de julio. Siete días de emociones son los que transcurren . Siete meses pasan entre un disfraz y el traje regional y siete maravillas son las que vivo en San Fermín: alegría, emoción, casualidad, ritmo, júbilo, pernoctancia y soledad. Porque si, también se puede estar solo en mitad del bullicio y no sentirte mal. 

MERCADERES

Rafael Fuentes Pardo

─Esos dos estaban hablando de Dios.
─¿Qué decían?
─Uno que sí existe y el otro que no.
─¿Llegaron a alguna conclusión?
─El que decía que no, al final, lo dejó en que no se fiaba.
─Esa sí que es buena, ¿por qué no se fía?
─Por lo visto, no te puedes fiar de alguien que te dice todo serio, «no matarás», y luego va él y nos mata a todos.
─Yo he escuchado a dos hablando de futbol.
─¿Qué se contaban?
─Que la culpa de que su equipo no funcione la tiene el entrenador por dejar chingar a los jugadores entre semana.
─Tampoco valen.
─Pues hay que decidirse, esto empieza ya.
─En la tercera fila, el del pelo canoso, ¿lo tienes?.
─Sí.
─Cuando llegamos a la ciudad, lo vi en un parque. Le estaba pasando un maletín al gordo que tiene al lado. Los dos iban trajeados.
─¿Y qué nos importan a nosotros sus tejemanejes?
─Lo que me fastidió es que estaban pisando las flores─ respondió Hércules, de la ganadería Cebada Gago.
─Entonces, me pido al gordo ─dijo Ariete, de Pedraza de Yeltes. Acababan de tirar el primer cohete─. Los cogemos en Mercaderes.

 

HIZO A SAN FERMÍN LLORAR

Jokin San Julián Aranguren

Yo lo vi. No diré, porque nunca lo he hecho, quién fue. Pero lo sé, porque lo vi con mis propios ojos de gallo…
Aquel día, como todos los sietes, estaba girando hacia la Campana María, buscándola con la mirada, tratando de contagiarme un poco de su quietud.
Abajo, la calle permanecía, bulliciosa, a la espera del Santo. ¡Cuánto le quieren! Por fin, llegó el Morenico. La gente empezó a aplaudir con fuerza mientras La Pamplonesa tocaba un pasodoble, contagiando su entusiasmo.
Fue entonces cuando ocurrió. La algarabía y el jolgorio se tornaron en silencio. La música dejó de sonar. Yo, milagrosamente, conseguí quedarme quieto por unos instantes. Y ahí, arriba, como escondido, estaba él, entonando esa jota que le salía del alma ardiendo, componiendo notas en el aire, con su voz penetrante, cristalina…
Jamás escuché nada igual. Ni yo, que he dado infinidad de vueltas al son de maravillosas melodías, ni nadie de los miles que, abajo, se agolpaban junto a mi torre.
Aquella jota se oyó en el Cielo y consiguió lo que nunca nadie había logrado. Aquella jota hizo a San Fermín llorar…
Yo lo vi. Sé quien fue. Y no lo he vuelto a ver…