VIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


BRINDIS AL CIELO

José Luis Foncillas Elso

Me acuerdo cuando yo iba a sol y tú a sombra y sentíamos envidia el uno del otro.
Me acuerdo de la memorable tarde juntos en el tendido 5 y después, aquellas otras más formales en el tendido 9.
Me acuerdo de la tarde de Esplá y aquél toro manso.
Me acuerdo de la grandiosa faena de José Tomás-nuestro torero- y su brindis a Indurain-nuestro ídolo.
Me acuerdo de nuestro encuentro nocturno con el gran Julio Robles en la cuesta del Labrit.
Me acuerdo de aquella noche gloriosa del día 14, en la que queríamos más y más y mucho más.
Me acuerdo de esas descomunales jarras de sorbete en el Gazteluleku, que nos devorábamos sin piedad.
Me acuerdo de las cenas familiares del día 9, que por cosas de la vida, pasaron a mejor vida.
Me acuerdo de nuestras mañanas de gigantes con niños al hombro, resaca a cuestas, gafas de sol y vermut.
No serán lo mismo este año, Roberto.
Faltará tu figura robusta y campechana.
Faltarán los collares sobre tu camisa desabrochada.
Faltarán tu gin tonic, tu habano y tu entrada en el tendido 1.
Faltará tu risa.
Faltará tu alegría.
Faltará tu hospitalidad.
Faltarás tú, maldita sea, Roberto. ¿Por qué?
 

MAITE

Alfredo Uriz Beorlegui

Recuerdo cuando te conocí, era el Sanfermín del 79. Si aquél que todo el mundo tenía tantas ganas después de lo acontecido en el año anterior. Todo el mundo quería volver a disfrutar de la fiesta, a sentir la alegría, a sentir el cariño y la unión de la ciudad, a cantar, a reír, a disfrutar, a vivir. Y ahí estabas tú bailando el zortziko en la Plaza del Castillo enamorándome como un adolescente. Lo que vivimos aquellos días no se me ha olvidado nunca. Lo dejamos el día 15 y seguimos nuestro camino. Hoy te he vuelto a ver, otra vez, bailando las danzas. Hemos envejecido, pero sigues estando igual de bella que entonces, y al verte he recordado esa preciosa historia de amor que vivimos aquel año, en Sanfermín, cuando esta prohibido tener una relación que no sea la juerga. Esto nunca lo entenderé, ¡cuando lo más bello de la vida es compartir un amor con alguien!. No se entiende el amor en estas fechas, pero yo no olvido, ni olvidaré como danzas al son del txistu y del tamboril. Siempre estarás en mi corazón, en mi vida. Maite, siempre serás mi amor Sanferminero. Siempre serás eterna. 

SANFERMINES 1937

Sergio Erro González

Manuel Azaña era tan buen orador como poco fotogénico. Aquellas verrugas y esa cara blandurria, pánfila, no lo convertían en un Clark Gable, precisamente. Pero en Pamplona empezamos a quererlo cuando tuvo la oportuna idea, ferozmente criticada al principio por supuesto, de trasladar el txupinazo de la tradicional plaza del Castillo a la plaza Consistorial.
No éramos muchos todavía y se creaban huecos entre las cuadrillas, pero las charangas contribuían a sazonar ese ambiente festivo que a nuestro ilustre escritor americano le seguía apasionando. Todavía estaban frescos, o calientes, según se mire, los acontecimientos del verano anterior, que acabó con el juicio sumarísimo al general Mola y a otros militares sublevados, como aquel Francisco Franco y su propio hermano Ramón, pionero de la aviación que quizá no mereció correr tan funesta suerte.
Los periódicos inflaron unos hechos que apenas tuvieron eco en la prensa internacional, a excepción de la inglesa, donde se colgaron con mucha pompa todas las medallitas del fracaso de la asonada, Sir Winston Churchill mediante. Los yanquis también echaron un cable, lo que motivó que el propio Hemingway fuera el encargado, de la mano de Azaña, de gritar aquello, desde la nueva ubicación, de pamplouuunesiissss, vivauu sanfoorminnnn.
¡Vivaaaaaaaaa!!!!!!!!!
¡Goraaaaaaaaa!!!!!!!!