VIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL ENCIERRO

Máximo Corporán Matos

Llevo años preparándome para este día, sé que moriré al culminar los 849 metros, pero con la misma furia con la que me separaron de mi madre, con ésa mataré a todos los inhumanos que se pasean por EL ENCIERRO. No tengo nada en contra de los mortales de Sanfermines pero me prepararon para dar un buen espectáculo, por lo tanto, así como murieron mis antepasados dejando su piel en el recorrido, también moriré, pero sabiendo que pude vengar la muerte de todos ellos.
Mi objetivo será acabar con la vida del benefactor de Sanfermines tal vez de esa manera se prohíbe EL ENCIERRO, y de una vez por todas aprenden a sentir nuestro sufrimiento y nuestra angustia, al tener que matar a inhumanos por simplemente defender nuestros instintos de supervivencia. Aunque los mortales nos preparan para matarlos no es para lo que hemos venido al mundo. Posiblemente sea mejor convertirnos en carnes de un supermercado, a que perder nuestra dignidad ante la burla de millones de mortales que luchan estúpidamente por mantenerse con vida tras mi recorrido.
La hora se acerca y me despido de mis familiares, pero nadie dijo que se siente tan feo, tener que vengar muerte por muerte. 

VAMOS A SAN FERMÍN

Carlos Borras De La Hoz

Ion y María miraban las estrellas en aquella noche de mediados de Junio, tendidos sobre la arena de la playa. Nunca he estado en San Fermín, dijo María. Me gustaría ir este año.¿Tú lo conoces, Ion?

Sí, y es una de las mejores fiestas del mundo. Bien organizada y respetuosa con los animales. Sólo puedes llevar un periódico enrollado para “defenderte” del toro, un bicho noble donde los haya, que corre detrás de ti o a tu lado, sin el menor deseo de hacerte daño. Sin embargo la más de media tonelada del animal, sus poderosos e imponentes cuernos y la tremenda cercanía logran imponerte un respeto.

La emoción, que nace desde el mismo momento del chupinazo, se incrementa hasta convertirse en una fuerte y agradable tensión mientras te sube la adrenalina durante ese recorrido matutino compartido en emociones tanto por ti como por el toro.

Me gusta como lo describes, Ion. Me gustaría poder compartir contigo todas esas sensaciones. ¿Te parece que vayamos a Pamplona este próximo San Fermín, que está ya cercano?.

Vale, María. Tú encárgate de comprar los pañuelos rojos para el cuello. Yo me encargo de todo lo demás. ¡Vámonos a San Fermín!
 

CARTA PARA DON MIGUEL

Pablo Antonio Rangel Díaz

Señor mío:
No todo se ha perdido. Las ánforas aún contienen esperanza y se huele el vino en sus paredes. El fuego en la hueca cañaheja, brilla tibio a lo lejos como faro en la tormenta. Por eso señor mío, no todo se perdió. Vuestro inocente Alonso Quijano confundido en la razón de lo aceptable, ganó la lucha contra el conformismo letal de la lógica. Mirad estas calles atiborradas del gentío que corre sobre astas de bravos y cabestros; mirad las alegrías en estos ojos, en aquellos.
La carta es para deciros alegremente que don Alonso ha recaído dramáticamente (mejor que antes) y vistiendo armadura de hojalata y vellorí, recorre rúas entre Alifanfarones y Pentapolines, y que yo lo sigo en asno viejo, a la espera de aventuras. ¡Son varios cientos de quijotes; somos muchos miles de sanchos! Y para fortuna nuestra, aquí no hay bachilleres, curas ni barberos racionalistas. Esta vez no. Esta vez los quijotes y los sanchos tendremos la razón bajo las suelas y caminaremos sobre ella, y allí, donde se oye la algazara de mozos y mozuelas y se huele a pan horneado y vino añejo, hay batalla que librar.