VIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


CUERNOS DE UNICORNIO.

Iker Pedrosa Ucero

Hállome encogido sobre mí mismo, sentado frente a un libro que intento leer a pesar de esta desidia infame. De pronto percibo una ráfaga intestinal desperezándose y estoy por puro instinto inclinándome a un lado… pero no. Escucho un débil jadeo. Mis tripas parecen querer comunicar algo más allá. Parecen esbozar una queja. Río, aunque estoy mosca. Me subo el pijama y observo la zona. Asombrado, veo que una pequeña cabeza de humano, un homúnculo todo cabeza, sin pelo y arrugado, ha emergido sin haber sido convocado del costado izquierdo de mi abdomen. Lo miro con estupor y algo de asco a medida que alzaba ese infra ser su mirada hacia mi propia cara. A bocajarro me espeta chillando:
-¿QUÉ HACES, CERDO? ¿A gusto sin dar un palo al agua?
Doy un respingo. Ignoro la posibilidad, no tan remota ni novedosa, de estar sufriendo un episodio psicótico y alucinatorio. Procuro serenar el ánimo, respiro, me prometo por enésima vez no volver a beber ni demás. Dirimo sobre estas variables:
1) Hacerme una paja y salpicarle.
2) Acudir a boxeo y desprotegerle. No ponerle bucal alguno.
3) Discutir sobre lo humano y lo divino con el bichejo.
Elijo la 4). Salir, que es San Fermín.
 

9 DE JULIO DE 1991

Ricardo Domínguez

Aquel 9 de julio de 1991, él estaba cumpliendo un sueño. Se lo había imaginado en su cabeza millones de veces. Los relatos que escuchaba sobre Pamplona siempre habían sido sus favoritos: estaban impregnados de sangre, riesgo y sudor, pero también de velocidad, de energía y de honor.

Llevaba años deseando que, cuando comenzara el insoportable calor gaditano, le llamaran para ir a la capital navarra. Nunca había sabido quién era ese tal San Fermín y porqué le homenajeaban. Ya lo averiguaré cuando llegue, se decía.

En su cabeza se veía corriendo junto a su manada por calles estrechas, chocando contra protecciones de madera, resbalando sobre el asfalto y entrando, de forma triunfal, a la Plaza de Toros …. ¡Hasta saldría por la tele!

Aquel 9 de julio, un toro de la ganadería Jandilla iba a cumplir sus sueños y pasear por Estafeta sus 469 kilos de peso. Fue un encierro limpio, sin sobresaltos y más rápido de lo habitual. Un periodista del Diario de Navarra destacó, en su crónica del día siguiente, el brillo en los ojos de uno de los morlacos. «Si un toro pudiera soñar, soñaría con esto», rezaba el final de su artículo.
 

¡QUE SEA LO QUE SAN FERMÍN QUIERA!

Daniel Priego Lacosta

Me siento. Me levanto. …Miro al reloj. 10AM. Vuelvo a empezar. Hace un rato que se ha metido al baño y las últimas palabras que me ha dicho han sido “he roto aguas”. ¡No me puede pasar esto a mí! Posiblemente sea el único Pamplonica que no quiera que su hijo nazca un seis de julio, pero hay que entender que todo eso de no volver a casa hasta el 14 de julio a las 00.30 de la noche con un harapo lleno de vino, kalimotxo, cerveza y restos de cera no lo podré hacer este año… Quizá el año que viene pueda, pero no creo que sea capaz de aguantar 365 para el próximo txupinazo… Ya sale. ¡Que sea lo que San Fermín quiera!