X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


SI ERES DE PAMPLONA, LO SABES

Ana Andreu Martínez

– No te pongas un pantalón blanco fuera de la temporada (6-14 julio).
– Febrero. Hay que calcular asistentes al almuerzo (a saber dónde estoy yo en julio) y encontrar sitio (nunca queda hueco en la primera opción).
– Mayo: quedas para ir a la procesión del día 7 de julio (esta vez sí, juro que iré).
– Junio: este año seguro que me entran los pantalones del año pasado. Pues no, como siempre, han debido encoger en la lavadora
– 6 julio:
9 a.m.: todos de punta en blanco y en villavesa, a Pamplona.
11 a.m.: manchas de tomate y kalimotxo por doquier.
12 a.m.: estalla la fiesta, todo el día por delante para disfrutar con los amigos y conocer gente de todo el mundo.
12 p.m.: es probable que tu cuadrilla haya menguado en número, por pérdidas o retiradas.
– 7 julio: Si no tienes hijos seguirás de juerga o atrapado en la cama. Si los tienes, una fuerza sobrehumana te hará ir a Pamplona a pelear por un sitio para ver al Santo.
– 8-14 julio: comidas y cenas con gente del trabajo o con cualquiera que se ha quedado sin vacaciones.
– 15 julio: al fin, descanso
¡¡¡Viva San Fermín!!!  

DESCONOCIDO

Pablo Valdés Sánchez

Lo he vuelto a hacer: estoy durmiendo con un desconocido. Otro más. Fuerte, joven. Como siempre. Tampoco esta vez me atreveré a contarle nada. Sí, son sanfermines, es lo normal, de acuerdo. Él se ha quedado dormido y respira tranquilo, a pesar de los gritos y el estruendo de las peñas. Tengo ganas de despertarlo, de decirle la verdad. Pero no lo haré. Como siempre. Le dejaré dormir un poco más y le daré los buenos días con mimos y arrumacos. ¿De qué serviría advertirle del peligro? Tiene que correr, está en Pamplona, aunque no sepa nada ni haya oído hablar siquiera de la resbaladiza curva de Mercaderes. No, no le diré nada. Aunque sé que nunca pasaremos otra noche juntos, le acompañaré en silencio hasta la plaza de toros y me iré sin despedirme. Como hago siempre. Como hacemos todos los cabestros cada mañana a las ocho.- 

BAILEMOS

Sara Nahum Sanz

El último año ha sido duro. Desde los últimos sanfermines ha tenido que someterse a varias operaciones. «Una puesta a punto. Chapa y pintura» bromeaba con sus colegas. Su mujer no se ha separado de él. Tampoco sus amigos, llegados de todas las partes del mundo, y con quienes ha formado una gran familia.

Recordaba con cariño los últimos sanfermines en los que no habían parado de bailar. Ya no tenían edad pero «sus nietos» no les hubieran permitido que se quedaran en casa. Nietos entre comillas, sí. No eran de sangre, ni hacía falta. Querían a cada una de esas criaturas como si fueran suyas. Al fin y al cabo eran quienes les daban fuerzas para enfrentarse año tras año a aquellas fiestas que revolucionaban la ciudad por unos días. Habían cambiado mucho, sí, pero había algo en la esencia que seguía allí. Y él estaba deseando sentir ya su bullicio. Acompañar a la procesión, dar las gracias al santo por regalarle un año más, bailar, bailar y bailar…

Le sacó de la ensoñación su mujer, que le miraba con ternura en aquella estación de autobuses que habían convertido en su hogar.

¿Joshemiguelerico , rey, ya estás soñando despierto otra vez?