INFIDELIDAD
Gabriel Pérez Martínez
Desde que su mujer lo ha dejado por otro, el techo de su casa es una prensadora a pleno rendimiento, así que huye a la calle e inicia un camino sin rumbo.
De forma repentina, desaparece la gente. También los coches y las motos. Se queda solo y los edificios se alinean hasta conducirle al puente de la Magdalena, que crece para alcanzar la altura del Golden Gate. Se detiene. Mira el agua. Cuando está decidido a tirarse, escucha a lo lejos el bullicio. Observa extrañado y descubre que, aunque es diciembre, viene hacia su posición un encierro de los Sanfermines. Empieza a correr contracorriente. Es un gran aficionado a la tauromaquia y está convencido de haber encontrado la mejor manera de morir… Luego, se detiene en seco y espera a que llegue el primer toro para cogerlo por los cuernos.
«DIVERSIÓN» NO DIVERSA
Amaia Valdés Lanas
Presté atención a las conversaciones que se colaban en mis oídos: euforia, y promesas y confesiones, bañadas en alcohol. Palabras vacías. Me fijé en ella: era guapa y, como yo, no bailaba, ni estaba hablando con nadie. Sin embargo, lo que para mí era una elección para ella parecía obligado, aparentemente invisible ante los ojos de las personas, pero no de los grupos que estas formaban, pues todos ellos, conscientes de su presencia, le daban la espalda. Una de mis amigas se le acercó, supongo que para decirle que se uniera al nuestro. No vino, tal vez no era eso lo que buscaba, y simplemente quería observar. Tras echar un vistazo a mi alrededor, me quedó claro: La opción de aquella “discapacitada” era la más inteligente del lugar. Dí un paso (me costó), y salí del corro, en su dirección. Fue la mejor noche de aquellos sanfermines.
DE MENDOZA A IRUÑA
Hernando Ariel Castillo Díaz
La primera vez que escuchaste hablar de los Sanfermines eras un pibe, no tenías idea. Te sonaba a castañuelas y vestidos con lunares rojos.
Creciste y un día te fuiste de Erasmus a Francia. Hiciste partuzas de las que duran varias resacas. Los fiesteros te volvieron a hablar de Sanfermín, ya sonó mejor la cosa.
Te enamoraste de una donostiarra y caíste en Madrid. Engañaste a tres amigos en la capital y ¡por fin! Vaya juerga, pero qué poco duró. Dormiste en el auto y por Medinaceli otra vez al horno de cemento.
Tres años más tarde te vas a vivir a Tudela. La cosa cambia, estás al lado… No te perdés ni uno. Cinco años, siempre a mejor, aunque siempre hay que volver a casa…
Hace ocho años te mudás a Pamplona. El primer Sanfermín como local es peor que los otros. Todavía sos un extranjero. Poco a poco, decís. Acá hay truco…
El año pasado llevaste los palos de la peña Donibane. Fuiste a la comida popular en calle San Francisco, saliste con los de la asociación, cantaste con los del Kantuz…
Los Sanfermines son tu fiesta, y ya sos parte de los Sanfermines.
¿Qué más podés pedir?