X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


MI HERMANO ADRIÁN

María Sergia Martín González

2010. Le pillaron fumando y fue amonestado. 2011. Se tomó un gin-tonic para celebrar su marca en atletismo y obtuvo sanción. 2013. Una lesión le impidió viajar a sus primeras olimpiadas. 2014. Entrenaba sin descanso para recuperar su pierna y no faltar a los encierros…

Adrián abre los ojos y levanta torpemente la cabeza. Mamá ha subido la persiana y una sonrisa se cuela en su cara cuando los rayos se abren paso a tijeretazos sobre su pecho. Bosteza mientras atrae hacia sí su camiseta blanca, esa que tiene llena de firmas. Ya barrunta el chupinazo. Mamá rasca su espalda, estira sus dedos, pero no estará tranquilo hasta notar el nudo del pañuelico rojo en su brazo.

Le saco al balcón. Lleva esperando este momento muchos días y sé que está feliz por cómo bate sus brazos como alas de pichón.
2018. Este verano veremos todos juntos la fiesta desde casa, o por la tele, con tarta, y vestidos de pamplonicas, como manda la tradición. Celebramos el cuarto aniversario desde que la bicicleta lo cosió al asfalto. Mamá está terminando de bordarle un babero con la imagen del santo y yo tendré el honor de ayudarle a soplar las velas.
 

EN EL ESTÓMAGO

César Equisoain Martinez

Dormí bien, solo, ella estaba de viaje por trabajo. La ropa bien estirada y flamante aún olía a suavizante.
No había protocolo ni rutina, pero un vaso de leche caliente y algo para mojar no era negociable.
Había veces que el apetito se ausentaba, algo cerraba puertas y no había gana. Como cada mañana, la radio me acompañaba, aunque sinceramente, entre pensamientos, el nervio y los recuerdos que te visitaban, sabedores de que el día era especial, no dejaba de ser un rumor de fondo. Hacía años que no callejeaba un plato de magras encharcado en tomate, la tradición se diluyó por mil razones, y ese ratico en casa, se había convertido en especial e íntimo. Tocaba elegir atrezzo, gorras, gorros y merchandising fiestero tenían en el altillo del armario un sitio reservado, la clave era mezclar hits «manteros» de años anteriores e innovar algo divertido.
No hay jabón que saque esas salpicaduras negras de los bajos, eso indicaba que no habías cambiado de talla, cómo y donde llevar la cartera era el punto que requería mas reflexión y cuidado, y, siempre, siempre, el pañuelo tenía que ser solo rojo.
Ciertas cosas podían variar, todo, menos ese tintineo en el estómago. 

EL VIBRANTE RECUERDO DE SAN FERMÍN

Marc Masmiquel Mendiara

Uno de enero, sentado en la terraza del Café Iruña repaso mentalmente lo que me ha llevado hasta aquí. Dos de febrero, la carrera es puro símbolo colectivo de una tradición que acicala la leyenda. Tres de marzo, me centro, respiro profundamente y me hago un doble nudo, en realidad triple, porque mi garganta también cuenta. Cuatro de abril, no soy Hemingway, pero aprecio con pasión esta estampida humana. En Estafeta surcaré resuelto ese peligroso tramo. Cinco de mayo, el mayor peligro es olvidar que el espíritu de estos días de fiesta se aposentan sobre el respeto a las personas y los bravos toros. Sin ese acato nada de esto tiene sentido. Seis de junio, yo corro por ese sentido, y por la alegría que significa surcar la vida sin miedo. Siete de julio, San Fermín, y chupinazo mediante ha llegado la hora. De madrugada, tras brindar por un nuevo mundo surcaré los salones del hotel La Perla y iré a dormir. El silencio volverá a mi mente y descansaré. El año próximo regresaré buscando ese brillo en los ojos de la vibrante vida, siempre con respeto, alegría y un buen plato de bacalao ajoarriero. Pobre de mí si no lo cumplo.