X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


SAN FERMÍN SE CREA, NO SE DESTRUYE. TE TRANSFORMA

Laura Patricia Aguilar Coronado

Lo llevaba cogido de la mano. Sentía su inseguridad y le explicaba con paciencia y minuciosidad. De la misma manera en que lo hizo su abuelo a su padre y, éste a mi.

Sublime color blanco. Elegancia de marea roja invadiendo con orgullo. Trombones, clarinetes. Gigantes que parecían hechos de acero. Escudo de encaje. ¡Cómo decirle un no a los sonidos de julio! Invitaciones en cada nota del saxofón.

Medite todas las veces que su padre le cantó las “mañanitas” y tomaron el desayuno a las seis. Pasos a prisa por Santo Domingo. Estafeta flamante. Tienes que ser audaz. Risas adictivas. Pensé en voz alta “Malvado valiente que me has arrancado las vestiduras de mi cultura y de mi país”. Dulces melodías que yo insistía en no olvidar. Me las había inyectado.

Los gaiteros aparecieron. La multitud se abalanzó eufórica. – “Canta hijo, endulzate la sangre. Provocará que los pies se te muevan”-

Primeros quince segundos. El poderío de la gaita. Vi cómo los sonidos se le fueron metiendo por el cuerpo e invadió su pequeño corazón. “¿Esto no desvanece con el tiempo, mamá?”-. Preguntó con preocupación. -”Cuando la alegría se impregna en el cuerpo ni el frío matutino olvidarás”-Caminamos impregnados de felicidad.
 

BENDICIÓN A RAUDALES

Joxe Mari Azcoaga Lasheras

Amanece el día D y se acerca la hora H. Al abrir la ventana, entra en la estancia un rico aire fresco que aligerará el peso del calor que irradiará Lorenzo que, en estos momentos, se levanta perezoso sobre la bruma matinal.
Los primeros compases de la jornada festiva son serenos, pausados y sobrios. De este modo, la inteligencia y la voluntad están intactas. Los únicos sones que se escuchan en la ciudad son el trinar de los pájaros que saludan al sol y al santo; un deleite para los oídos y una alegría armoniosa para el corazón.
El ambiente tranquilo que reina en las calles no hace presagiar el bullicio que imperará toda la semana.
Un avión surca el horizonte y deja una estela que se difumina paulatinamente.
Los primeros albores van dejando paso a una multitud internacional de olores, sonidos y colores.
En la cama duerme amablemente mi mujer, su respiración fuerte y rítmica es un reflejo de una vida fructífera entregada por amor.
Preparo el desayuno mientras agradezco a Dios que hoy celebramos las bodas de diamante. Luego iremos toda la familia a la capilla de san Fermín y al chupinazo, como aquel 6 de julio de hace sesenta años. 

LA BRAVURA DE LA PASIÓN

Manel Campos Tomás

Un hormigueo voraz subía por mis articulaciones. Desde mi atalaya me quedé embobado observando a los mozos, vestidos de un blanco inmaculado, brillante, casi místico, resaltado por el rojo sangre de los pañuelos que cubrían sus cuellos y las fajas ceñidas a sus cinturas. Cantaban su salmo particular, tres veces. Vi la tensión, vi la adrenalina en sus ojos, y vi el ardor y el deseo, y oí sus latidos retumbar en mis oídos, y se hizo el silencio, espeso, grave, de una tensión mágica, liberando suavemente el exceso con suaves saltos, observando la puerta, empujando el cordón que los sostenía. Los miré una vez más, y envidié su valor, su arrojo y su inconsciencia, sin pensar, sin saber si en esta ocasión llegarían un poco más lejos, con el aliento de la bravura en sus sienes, corriendo juntos, hacia delante, con respeto y vehemencia. Al finalizar solo cabe esperar al próximo año, a la próxima oportunidad y esperar a poder ser uno de los privilegiados que lidia, codo con codo, si más armas que el corazón embravecido, sin más deseo que la mera unión del cuerpo con el cuerpo, latido con latido, difuminados, entrelazados, al fin unidos. Hacia delante, siempre hacia delante.