UNA MIRADA ENTRE UN MILLÓN
Ana María Jimeno Martínez
Una marea blanca y roja cubría Pamplona aquel 6 de Julio de 2016 desde muy muy temprano….y una chica pamplonica como tantas otras se divertía con su cuadrilla desde las 10:00AM almorzando en lo viejo como venía haciendo cada San Fermín.
Preparar la ropa blanca, pañuelicos y fajín desde casi un mes antes, ver día tras día cómo se van montando las barracas, la noria y la tómbola, la emoción del chupinazo, bailar hasta que el cuerpo aguante, recargar las pilas comiendo un bocata en la Taconera… Pero algo iba a hacer diferentes estos sanfermines para nuestra protagonista, que días atrás se había enamorado en su lugar de trabajo de un mozo desconocido que había acudido vestido de gris a arreglar un ordenador estropeado. No sabía ni su nombre, pero cuando sus miradas se cruzaron sintió en su interior lo mas parecido a los fuegos artificiales con los que finaliza cada aventura diaria sanferminera. Pensó que jamás volvería a verle, pero aquel 6 de Julio en lo viejo, entre tantisima gente, casualidad o no, San Fermín hizo que sus miradas volvieron a encontrarse, y una flecha tan veloz como aquel cohete lanzado unas horas antes atravesó su corazón para siempre
HASTA DONDE SE ESCUCHE MI VOZ SERÁ SAN FERMÍN
Amaia García Ruiz
Es el momento. El nuestro. El de toda la vida. El de mis hermanas y el mío. Gabriela me mira desde el Sur. Ya se acercan. “Despierta, María, despierta”.
Tan callada, tan solemne. Tan noble. Hoy, bulliciosa, alegre. Tan orgullosa. Ya llegan. “¡Ahora, María, ahora!”.
Más de 400 años velando por ti, cantándote a ti. Desde lo más alto, hasta donde la fiesta llegue, nos podrán sentir. Hasta donde se escuche mi voz será San Fermín. “¡Canta, María, canta!”.
Al final de la escalera, los campaneros ya no nos hablan, solo tañen, solo balancean nuestro hilo de canción. Es el redoble que teje la historia de tus fiestas. El de gigantes y niños, txistus y tambores. El tiempo baila sobre mi Do. Una vez más, la escalera terminó.
Y desde nuestro seno, descanso de reyes, hasta donde nuestro repicar llega serás nuestro rinconcito del alma, nuestra perla del Norte. Teñida de rojo y blanco, como cada 7 de julio, cantaremos por ti, mi Pamplona.
MISIÓN IMPOSIBLE
José Otondo
Sudamérica. Norte de Chile. Quise vivir la experiencia de pasar unos días en el desierto. Llené una mochila con todo lo que creí necesario y partí.
Llevaba algunos kilómetros a pie cuando me pasó una camioneta que transportaba un toro. Ahí no había camino para vehículos y daba saltos y más saltos sobre las piedras.
De pronto el toro se tiró abajo y empezó a correr hacia donde yo estaba.
Lo único que se me ocurrió fue volverme y arrancar. Me cansé y me detuve, quieto, sin moverme, esperando lo peor. Pero el toro pasó corriendo por mi lado sin hacerme daño perdiéndose a lo lejos.
Cuando lo vi tan cerca sentí de improviso que estaba en Pamplona, rodeado de cientos de personas que cantaban y bailaban.
Y así, sin más testigos que el silencio y soledad de uno de los desiertos más áridos del mundo viví el encierro a mi manera, enfrentando la muerte y sintiendo el encanto de la fiesta de San Fermín.
Y solo fui interrumpido por la camioneta cuyo despistado chofer al darse cuenta volvió y andaba buscando el toro por aquí, por allá, saltando por las piedras, en una misión imposible.