X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


RECUERDOS

Alberto José Casañal Abad

Mi primer San Fermín consistió en una observación naturalista. Un compañero del trabajo y yo, forasteros y destinados en Pamplona, decidimos pasar la noche sin dormir en plan tranquilo, aguantar hasta los encierros, volver a casa a ducharnos y a trabajar. Paseábamos por las calles contemplando la fauna humana, como zoólogos examinando con respeto y desde la distancia especies desconocidas. Recuerdo especialmente la imagen de un joven dormido de pie en un portal, con la cabeza apoyada en la pared. Nos quedamos un rato mirando en silencio, extrañados ante tamaño desafío a la ley de la gravedad. Cuando regresaba a casa agotado me encontré con otro compañero del trabajo, un pamplonica serio, discreto, introvertido. Me miró con ojos vidriosos, cargados de furia. Daba miedo. Me habló, sin comprender yo su farfullar después de una noche de excesos. Me desvié de mi camino y lo conduje, con cuidado de no caernos, hasta la puerta de su casa. Después de las fiestas coincidí con él en la fotocopiadora. Sonreí con franqueza para que no se sintiese avergonzado por mi buena acción. Un tímido saludo fue su respuesta y se fue con sus papeles. Nunca supe si recordaba o no nuestro agitado paseo con los brazos entrelazados.  

“PISCOLOGÍA PERSONAL”

Inés Sáenz De Pipaón Martinez De Vírgala

Que la ropa se pringue en sanfermines es un peaje soportado y de jarana. Pero a Josune le faltaba experiencia de la Fiesta. Aquel día estrenaba conjunto de hilo con el lauburu bordado. Atractiva, pero también insegura, a veces actuaba cual adolescente que busca ser aceptada; como los demás ella podía engallarse.
Treinta años han pasado. Cada sanfermines una sombra de vergüenza en su mente.
Ocurrió al aperitivo, se divertían en las barracas políticas. Un vaso de sangría empapó el atuendo de Josune. Nadie le pedía disculpas. Cruzó su mirada con la mujer causante, una pija arrogante —interpretó— y, sin control, arrojó su bebida al vestido de la otra. Las dos mujeres, como en crisis espasmófila, quedaron petrificadas unos segundos.
— ¡Cómo fui capaz de hacerlo, si yo soy de tolerar, si soy de las que, yendo por su derecha, se bajan de la acera! —sonríe con el ánimo turbado—. Quizá, si me hubiera pedido perdón…
Hoy Josune se comprende algo más, sorprendida se disculpa. Ha aprendido, en el análisis social, pluralista, del final de ETA, que su orgullo no fue dignidad sino simplemente orgullo. Que le hubiera gustado escuchar un ‘lo siento’ y que con su hecho vengativo perdió la dignidad que buscaba.
 

ORACIÓN ANTE LA HORNACINA DE SAN FERMÍN UNA HORA ANTES DE QUE SUENE EL CHUPINAZO

Pedro Sanz Lallana

San Fermín bendito, escúchame ahora que estamos solos antes de que vengan las peñas y se monte el lío. Vengo a pedirte que, por favor, te pongas a mi lado en el encierro de hoy.
Sabes muy bien que tengo ochenta tacos, que la cadera ortopédica me funciona de p. madre —perdona la expresión—, las rodillas me chirrían bastante, pero ayer fui al callista y me dejó los pies niquelados, «te he quitado los callos y vas a volar», me dijo, porque le comenté que pensaba correr este encierro. He recorrido la calle Estafeta un par de veces y no está mal, aunque puedo mejorar. Bien, por mi parte que no quede, por eso vengo a pedirte que pongas algo de la tuya: lo del capotillo y todo eso. Es que los toros los vi ayer de lejos y me parecieron enormes, ya veremos cuando los tenga detrás de mi culo.
A lo que iba, San Fermín, estaré en la calle Estafeta, correré lo que pueda y espero que estés a mi lado, lo que no quita que puedas echar un capote a todo aquel que lo necesite, que tampoco quiero acaparar todos los milagros que haces cada año en los encierros. Amén.