EL TORO TEMEROSO
Claudia Beatriz Felippo
Fermín era nieto de españoles -de Pamplona-. Desde pequeño había oído de la fiesta de San Fermín: el chupinazo, el encierro… Tenía intriga por saber qué se siente en la corrida. Conocía los cánticos que entonaban en la cuesta de Santo Domingo, pidiendo la bendición. Deseaba ver la comparsa de gigantes cabezudos, oír las dianas de «La Pamplonesa», disfrutar de conciertos del coral de cámara y tantas actividades que le contaban sus abuelos, con los ojos humedecidos.
Tomó el avión. Lo recibió un grupo de la «Asociación viajeros,» con una bandera argentina en la que se leía: ¡Bienvenido, excelente estadía en la Pamplona de tus abuelos!
Esa noche vio frente a él a un toro temeroso.
-¡Ayúdame! Nunca estuve en estas fiestas -dijo el animal.
-Tranquilo, nadie te hará daño. Haremos algo: iré a comprar un disfraz de toro, correremos juntos; si se complica, me lo quitaré para distraerlos.
A la hora indicada salieron. Fermín parecía un toro de verdad. El animal corría rápido y Fermín, cansado, se quitó el traje. La gente, sorprendida, pedía tomarse selfies con él.
En ese momento su madre lo despertó, como cada mañana, con el desayuno.
-¿Qué soñaste, Fermín?, tenías el pecho agitado, como si estuvieras corriendo.
TRADICIONES
Lucas Eza Moreno
Otro año. Qué locura… ¿estarán arriba o en el txoco? Por fin Ander, sale del baño. No logro entenderlo.
– Papá, me gusta ir aseado. Lo sabes.
– Genial, pero dos horas para ir al chupinazo y ponerte como un cristo… Podías ahorrarte tiempo, jabón…
– Papá… no me rayes-, dice saliendo por el pasillo…
– Ander, ¿en qué armario está lo blanco?
– ¿Otra vez? Segundo cajón del Txoco…
– ¿tu hermana?
– Almorzando.
Para la juerga ya madruga… No se parece nada a su madre… Aquí están.
– ¿La faja, a la derecha o izquierda?
– ¡¡qué pregunta!!…
– Siempre me lio…
– Pues… si eres de izquierdas, izquierda, si de derechas, derecha…
– ¿y si no soy de ninguno?
– No te pongas… o enróllala toda en la cintura, pareces nuevo…
– Recuerda, mañana inmaculado. Se lo debemos a madre.
– ¡¡Siiii!!… eso es sagrado-. Dice, marchándose.
Pañuelico, miradica al espejo y,… la foto de Aitziber del tocador. Qué pena… 20 años sin ti. Te empeñaste… ¿Qué cómo llevo la cuenta? Me encantaría que estuvieses aquí. ¿Que no llore? ¡Cabezona! Supongo que allí, sufrirás como nosotros… lo dejaste clarito: ¿Tradiciones? Cada uno las suyas. Tú al chupinazo, yo, a Salou, dijiste.
MI PRIMER SAN FERMÍN
Gonzalo Perez Real
Llegó julio. El verano testimoniaba otro Sanfermín. Esta vez, luego de muchos años, era diferente. Antes del inicio de las celebraciones, Paco había decidido que entraría al encierro.
Allí estuvo puntual. Vio elevarse el chupinazo desde la sombra del balcón del Ayuntamiento. La emoción arropaba a todas las almas, cual cobija gruesa de siglos. El sol quemaba sin piedad.
En medio del encierro recordó a sus antepasados. Pensó en Hemingway. Buscó en su espalda la bota repleta de vino. Se mandó un gran trago. Con la bebida roja bajando por la garganta volvió la valentía que empezaba a huir. Una huida interminable de poco menos de novecientos metros delante de aquellas bestias hermosas.
Arrancó la estampida. Bramidos y la sangre caliente estaban cada vez más cerca, rozando su espalda. Percibía la cara burlona de la muerte. Solo un tramo más. Deseaba que llegara el 14 de julio y escuchar “Pobre de mí”. O llegaba. O lo alcanzarían los toros.
Celebró en medio de la multitud, lleno de sudor y júbilo. Cayó al suelo muerto de felicidad.
Incluso, los toros, rindieron luto solemne al hijo del pueblo que eligió morir el día de su primer San Fermín.
¡Muchas gracias por publicar mi micro!
Saludos desde Argentina
Claudia Beatriz Felippo