X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


DESDE BOISE A SAN FERMÍN

Miren Garbiñe Santesteban Casanova

Fermina Aldaz Baigorri una moza americana con raices pamplonicas viene a zambullirse en nueve dias de alegria y buen humor.
Su primera gran aventura ir al comienzo en la Plaza del Ayuntamiento y allí está espectante , llega después del almuerzo y ve llegar a las cuadrillas que se van acercando a la plaza……..ya llegó el momento, pañuelos en alto, redoble de tambor y se oye ¡Viva San Fermín, gora San Fermín! Y estalló la fiesta y el jolgorio .
Mina se reune con su familia y ya emocionada de lo vivido en el chupinazo empiezan a infiltrarse en la fiesta, bailando con las charangas, yendo al riau-riau tan tradicional en Pamplona, viendo la primera salida de gigantes, cabezudos, záldicos, disfrutandeo de la mirada de ternura y asombro de los txikis…….. con esa inocencia y emoción se le pasan los dias viendo las dianas, el baile de la alpargata, el encierro, las salidas de las peñas, los fuegos artificiales, salidas nocturnas donde Pamplona sigue la fiesta para proseguir sus horas festivas……. ya llegó el 14, » el pobre de mí » y así a la luz de las velas pone fin a sús fiestas de San Fermin .
 

DESEO

Cristina Ochoa Terés

Por fin. Amablemente, con una delicadeza casi fuera de lugar, me ayudan a bajar. Prefiero tener los ojos cerrados y, aún así, veo. Siento convivir, en extraña armonía, colonia y sangría, plástico y sudor, charangas solapadas, la curiosidad del que mira y la adrenalina del que se sabe observado. Gente guapa y gente que empezó el día de blanco, aunque nadie ahora lo diría. La salida de las peñas en todo su esplendor.

Aún incluso en este lugar, la gente abre un espacio ante mí. Es lo que tiene sentir la muerte cerca: da miedo. Yo ya lo perdí hace tiempo: sé que voy a morir. Esta noche, sin ir más lejos.

Aún no quiero mirar. Como si no hubieran pasado 80 años, recuerdo mi fascinación de niño al ver la salida de las peñas de la plaza de toros. Siento la suavidad de la mano de mi madre aferrando la mía. Revivo el anhelo de estar dentro de aquel río de gente y la explosión que sentí el primer día que crucé el callejón.

Abro los ojos. Y veo, y siento la VIDA. La FELICIDAD. Y sé que ya me puedo morir, porque muero viviendo.

La Ambulancia del Último Deseo me espera.
 

CLARO DE LUNA LLENA

Patrocinio Gil Sánchez

La luna todavía abrazaba la aurora cuando ella estaba allí con el pelo revuelto, en la calle Estafeta, apoyando sus codos sobre la balaustrada, con pantalones y blusa blancos, pañuelo rojo al cuello y gafas de colores en sus ojos de sueño, esperando a los miuras del encierro para ir acompañándolos hasta la misma plaza.
Todo fue de repente, en ese último beso que sobre sus labios dejé en leve susurro cuando el cohete sonó y un tumulto de gente corría la calle abajo.
Un toro calceteño le rozó la cintura y unas gotas de sangre surgieron al unísono de ese otro beso azul que ella dejó en mis labios cuando me enamoré como un tonto de baba y era un claro de luna en sus ojos de julio.
Luego surgió la dicha en los bares del casco y dijo se llamaba Teresa y pasaría, como una pamplonica aquí un fin de semana.
Cuando los toros eran de Alcurrucén, y uno, con el asta derecho más alto que el izquierdo, volvimos a correr el encierro con prisas en esa aurora otra que ya no tenía luna, porque el amor estaba entre los ojos de un San Fermín chiquito que nos miraba altivo.