EL MANUSCRITO
Albert Fatsini Plazas
Todos sabemos lo que nos lleva a las Fiestas de San Fermín. Lo que no sabéis es lo que a raíz de eso viví. Acudí embelesado con la ciudad desde que al perderme en toda su historia supe que, en 1186 d.C, el obispo Pedro de París llevó de Amiens a Pamplona una reliquia de la cabeza de Fermín. Pero no fue lo único que le llevó. Hoy… estoy huyendo por las sendas Templarias que son ruta en el Camino de Santiago, tras el Alto del Perdón.
Me persiguen. La búsqueda de este manuscrito secreto que he hallado se remonta a las cruzadas. Esculpida en sangre, una Cruz Templaria ardía en el tomo. Aún hoy asusta mencionar el grabado de su Orden. Sellados y misteriosamente encadenados, los textos que guarda este símbolo están protegidos por un… ¿conjuro?
Antes de que el libro ardiese en mis manos pude leer sus primeras páginas… En la hendidura de la roca de la cara Este de… Os revelo que…
Tengo miedo, porque no sé a quién acudir. No sé en quién confiar. El libro quema… y señala:
En esta era interesan más las sombras que la luz… los tiempos lo pagarán.
¿Cuántos lo creerán?
¿Qué harías tú?
ME VOY
María Dolores García Gila
Venga, va. Tomamos un caldico y me bajo a casa a dormir. Anda, mira. Las dianas. Pues ya queda poco para el encierro. Igual me espero. Total, no voy a poder pasar. Hay mucha gente. Pues tienes razón, un chocolatico con churros en la Mañueta nos sentaría bien ahora, después de la carrera. ¡Qué casualidad! ¡Los gigantes! Hacía años que no los veía. A ver cómo siguen. Tal y como los recordaba. Vaaale. Almorzamos algo en la Raspa y ya. La verdad es que entre el vermut y los pintxos igual ni como. No merece la pena bajar ahora. Esperamos en el Ayuntamiento a las mulillas y entramos a la Plaza de Toros. Hay buen cartel hoy. Vaya, pues no me siento tan cansado como creía. Igual bajamos con la peña por Estafeta un ratico. Sí, un bocata está bien. Vamos hacia la Ciudadela a los Fuegos y allí nos sentamos a descansar. Creo que aún puedo echar unos bailes en la verbena de la Plaza del Castillo y después seguro me voy. Está bien, sorbete de limón en el Gaztelu…
LA CUADRILLA
Raúl Clavero Blázquez
Celebrar juntos las fiestas de San Fermín es la única costumbre que hemos conseguido mantener en la cuadrilla, y por eso no hay nada que nos impida presentarnos en Pamplona, puntuales, cada seis de julio.
Asistimos al chupinazo, nos mezclamos con las familias en las comparsas de gigantes y cabezudos, y algunos de nosotros fantaseamos todavía con volver a correr en un encierro.
Durante siete jornadas cantamos, bailamos, reímos, y recordamos, sobre todo recordamos: los nombres, los oficios, las tradiciones que el tiempo ha ido sepultando sin piedad.
Al llegar al final de la semana nos arrebata inevitablemente la nostalgia. Envueltos entonces en los acordes del “Pobre de mí”, siempre hay quien se acuerda de la tarde en la que conocimos a Hemingway, o de aquel día en el que asistimos al nacimiento de la tradición del Riau-Riau, o de la mañana en la que nos convertimos en héroes tras rescatar a varias personas de una montonera. Cuando el cántico termina, antes de que nuestros cuerpos se desvanezcan mansamente, aprovechamos para abrazarnos en silencio, después nos damos la media vuelta y regresamos, obedientes y con paso tranquilo, a nuestras tumbas.
Hasta el año que viene.