X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


SIETE DIAS

Francisco Barragán Larreta

Uno de Enero: resaca de nochevieja. Empieza la cuenta.
Dos de Febrero: invierno de nieve en Pamplona. Ya falta menos.
Tres de Marzo: la prensa ya apunta carteles taurinos para la feria.
Cuatro de Abril: primeros calores. Paseo por el recorrido del encierro.
Cinco de Mayo: cada año empieza antes la instalación de la tómbola.
Seis de Junio: ya huele a toro, a ropa blanca y a pañuelo rojo. Que viene, que viene.
Siete de Julio, San Fermín.
PD.- Leer, con permiso de Ignacio Baleztena mientras en la cabeza resuena música de charanga. 

… Y SE PONE Y OCULTA

Miguel José Fernández Hernández

–Discúlpame, debo estar perdido. Cuando el tren hizo la parada, dormía. Algo consiguió despertarme y un impulso fulminante me condujo hasta aquí. Es lo que tiene ir de aventurero, ¿no crees?: una intensa luz que multiplica la posibilidad de las sombras.
–Hola, ¿qué tal?, soy Arantxa. Acabas de perderte un encierrillo nocturno de Sanfermines, aquí en Pamplona. Si te giras, verás que te encuentras bajo la imagen de nuestro patrón de Navarra.
–¿Encierrillo?
–¡Claro!, estás en tierra de tradición y toros.
–No sabía…
–Si mañana amaneces en esta misma cuesta, notarás el pálpito y jolgorio de una ciudad viva, moza y alegre; pero también a tientas con la muerte, tan descorazonada y silenciosa…
–Continúa, por favor.
–Un pueblo universal a voces, cánticos y risas. Particulares peñas como el sabor de unas rondas transitando vino, cerveza o cava, entre la gastronomía generosa y contundente de un mítico gigante subido a caballo.
–¡Bravo!, no esperaba la suerte de ese verbo a estas horas.
–No es mío… y sí lo es. ¿Tu nombre?
–Ernesto, encantado.
–¿Ernesto…? No tienes acento español.
–Digamos que no lo tengo y sí lo tengo. Ten tú mi agradecimiento y amistad por ser para mí, esta noche, como una luna de la fiesta. 

LA HONRA DE LOS FINADOS.

Alejandro Placek Paularena

Aunque cada uno deambula sin rumbo fijo, cuando barruntan los albores de la Fiesta, suelen coincidir sin que
ninguno de los integrantes de esta aciaga caterva lo haya premeditado.
De nuevo, alborozados y jocosos, se funden en abrazos, arrullos y besos, emulando los viejos tiempos aún
sabiendo que éstos, por culpa de la fatalidad del destino, se transforman en arrumacos fingidos e impostados.
Cada uno lleva a sus espaldas el bagaje de su singladura vital; el recuerdo perenne de sus seres queridos, una
lágrima inesperada, un quiebro errado…un desgarrón funesto.
A veces, en medio de su particular algarabía, enseñan a las demás almas que vagan errantes, su lugar de
procedencia; alguna de ellas, incrédula, incluso recibe un pañuelo rojo como obsequio.
Lo que sí imploran a San Fermín en cada uno de sus encuentros anuales, es que la cuadrilla que conforman,
que apenas supera la quincena,…no aumente nunca.