COMO DICE LA CANCIÓN…
Diana Garcia Diez
1 de Enero: El año comienza y mi deseo es cantarle pronto a San Fermín. Disfrutar de sus fiestas, de su gente y del buen ambiente.
2 de Febrero: Al pasar por el colegio donde estudie de pequeño, sonrío recordando como jugábamos a correr los encierros durante los recreos.
3 de Marzo: Hoy es el aniversario de la marcha de mi abuelo, aunque estoy seguro de que esta vez me estará animando desde un balcón privilegiado en el cielo.
4 de Abril: Anoche soñé que paseaba de nuevo por la Calle Estafeta. Esa donde conocí hace tiempo a la mujer más especial, bonita y coqueta.
5 de Mayo: Aunque a veces por trabajo me encuentre lejos de esta tierra, si afino un poco el oído, puedo sentir la algarabía de la gente y de las verbenas.
6 de Junio: Como dicen mis amigos y amigas, da igual que seas foráneo o visitante, pues en este lugar, todos los que respetan y vienen a disfrutar son lo único importante.
7 de Julio…: Igual de nervioso que de orgulloso, me coloco mi pañuelo rojo y mi fajín. Y ahora si, por fin, me dispongo un año más a vivir intensamente las Fiestas de San Fermín.
CORNEADO EN LA ESTAFETA
Natalia Gomez Yanci
Se había quedado atrás. Los demás seguían rumbo a la Mañueta, pero él se había detenido a recoger del suelo el cadáver de un diario. Hacía un periquete, había sido un auténtico bordón y ahora, un simple amasijo de verdades y mentiras ya caducas.
A sus manos les costó devolverle la forma y sus oídos se recrearon en el barullo, antes de identificar el eco de unas pisadas urgentes que galopaban hacia él: “Hala, abuelo! ¡Un verdadero periódico del encierro! ¿Me lo das?”.
La mirada astifina de su nieto le corneó en pleno iris, con una trayectoria ascendente que le diseccionó el recuerdo de un niño, de pantalón corto heredado y alpargatas deshilachadas, que replicaba aquella escena tan familiar.
En lo que dura un mugido, el crío le incitaba, periódico en mano: “¡Hey, toro, hey!”.
No fue más que una arrancada, no más de siete zancadas… o cuatro. El periódico recobró el fugaz y último motivo de su existencia mientras él voló, otra vez, en la Estafeta.
MI PRIMER SANFERMIN
Osval Cirilo Díaz Gómez
MI madre, una emigrante pamplonesa, me convenció que pasara mis vacaciones en la casa de mi tía en Pamplona a fin de participar en los Sanfermines.
Al día siguiente, ya estaba con mi primo en los festejos. Después de ver el monumento al encierro de Rafael Huerta y explicarme en qué consistía la festividad nos bebimos dos chatos de pacharán y fuimos a participar en el llamado encierro. Los participantes vestimos de blanco con una pañoleta roja y mi primo me informó que había que llevar una manada de bravos cabestro hasta la Plaza. No veía a ningún cabestro, ¿serán cabras?, solo observé unos osados toros dispuestos a embestir. Se efectuaron los cánticos tradicionales y el alcalde realizó el chupinazo.
– ¡Corre primo, ahí vienen los miuras!, -y me paso como un lince.
Miré hacia atrás y una avalancha de toros trataba de embestirnos por una estrecha calle. Muchos trataban de refugiarse, otros, corrían delante de los toros y le tocaban los cuernos, algunos caían al suelo y por mi parte fui de los primeros en entrar a la Plaza. ¡Y aún dicen en el ruedo que esperan que suelten las reses bravas!
Mamá tenía razón, jamás olvidaré mi primer San Fermín.