XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


ANTOLOGÍA DE UNA CARRERA BESTIAL

Jairo Alberto Cuellar Guarnizo

La temperatura había logrado que la camisa se empapara de sudor, el corazón latía sin cuartel, la adrenalina hacía que funcionara al límite. La respiración se aceleraba y los puños cerrados casi hacían que las uñas lastimaran la palma de las manos. Ni siquiera notó cuando encendieron los cohetes y abrieron las puertas. El ruido de la pólvora y su olor inconfundible le hicieron saber a su, totalmente aterrado, cuerpo que había llegado la hora de correr. Y eso hizo, corrió como si su vida dependiera de ello, de hecho así era. Continuó corriendo a pesar de que vio multitud de hombres rodar por el piso. Podía escuchar las pezuñas que golpeaban rítmicamente el suelo de Pamplona, podía sentir el aliento de los bovinos que empujaban aquel amasijo humano hacía la plaza. Podía ver los balcones de los edificios en donde los más listos gritaban y aplaudían, pues su pellejo no estaba en juego, pensó. El sudor empapaba la cara pero notó que otros corredores tropezaron y rodaron fuera del camino. Ya podía ver la plaza de toros, ya casi pensó eufóricamente, un poco más y luego, nada. Solo la tierra, un amasijo de pezuñas, rabos y una docena de cuernos pasando sobre él. 

«EL CHUPINAZO»

Francisco Juan Barata Bausach

Demasiada alegría contagiosa. Desde el “chupinazo” Pamplona era una fiesta. Para mí y Arantxa, siempre lo fue. Pero cuando Arantxa se fue, por esa puta enfermedad, intento entremezclarme con la gente y procuro participar de la alegría, para que el jolgorio me ayude a olvidarla, aunque sea por un instante.
Son los primeros “San Fermines” que paseo mi soledad entre tanta gente y no consigo evitar la tristeza que me suscita su recuerdo.
Esta mañana decidí “correr” el “encierro”. Siempre lo habíamos hecho juntos, evitando peligros, porque queríamos apurar nuestra eternidad.
Hoy lo haré solo, y espero reencontrarme con Arantxa.
En la bajada de “Mercaderes”, estaba dispuesto a terminar con mi sufrimiento. Los morlacos se acercaban. Cuando me iban a arrollar, alguien se lanzó sobre mí, quitándome de en medio. Rodamos por los suelos. Al levantarnos, la persona que me apartó de los toros se identificó, era una policía municipal de paisano.
Me preguntó si estaba borracho, le dije que buscaba a mi novia. Me recomendó que la próxima vez tuviera más cuidado. Le contesté que la próxima vez procuraría encontrarla para siempre. Me miró extrañada y se fue.
Aun quedaban bastantes “encierros” para reencontrarme con Arantxa.