XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LA CARRERA

Mónica Tuesta Calvo

El día amaneció nublado y el traslado hasta el centro de la ciudad fue tranquilo. No compartíamos miradas, nuestro destino se iba a escribir en unos minutos, queríamos hacer el camino en soledad pero sin embargo necesitábamos el calor del grupo.
Del silencio nervioso pasamos en un segundo al chute de adrenalina que nos proporcionó la gran explosión. Ese atronador ruido que daba el pistoletazo de salida a la gran carrera, aquella que recordaríamos para siempre.
Encaramos la calle repleta de figuras blancas y con reflejo de un rojo sangre que nos indicaban el camino a seguir. Nos lanzamos detrás de esas figuras que corrían mientras un ruido atronador nos acompañaba.
Los gritos se mezclaban con nuestros pasos cada vez más veloces que desesperados llegaban a la arena. Era la carrera de nuestra vida, dos minutos que definirían nuestra existencia.
La arena nos frenó y silenció.
Habíamos llegado a nuestra meta marcada.
De la libertad en forma de empedrado habíamos llegado al lugar donde nuestra existencia iba a tener sentido.
Desaparecimos por algún lugar del círculo, cerré los ojos y aguardé mi destino.
 

EL CHUPINAZO.

Sebastian Valenza

San Fermín era nuevo para mi, fue durante mis primeras vacaciones en soledad. Decidí Navarra por mis padres. Creí que era el cambio que necesitaba. Era difícil volver a estar solo después de tantos años, era tan extraño. La escena resultaba encantadora y el entusiasmo me contagiaba, todos se veían tan ansiosos y felices. Dentro de la multitud, llamó mi atención, como si fuera la única allí. Sonreímos y nos acercamos, inmediatamente lo sentí, esa sensación tan especial.
Chupinazo. Comenzamos a correr tan rápido como podíamos. Era curioso cómo a pesar de estar rodeados nos sentíamos solos. Fue inesperado volver a estar acompañado, tanto tiempo después. Mientras nos perseguían, algunas desistían y decidían terminar la aventura apoyándose a los costados de las calles, satisfechos, pero ambos queríamos más. Se sentía algo más profundo que solo llegar a la meta.
Fue así que llegamos al taurino, exhaustos. Me acerqué para hablarle, pero llegaron los aplausos y la euforia, el primer encierro había concluido. Por unos segundos mire alrededor y me perdí en la fiesta, pero volví a mirar y ella se había ido. La busque por toda la Plaza pero había desaparecido. Volveré, pero debo encontrarla antes del Chupinazo.