XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL CABALLERO FERMÍN

Anna Józefowicz

Érase una vez un caballero llamado Fermín. Era alto, delgado y llevaba barba como el Quijote. Su armadura metálica reflejaba los rayos de sol pamplonés la tarde previa a las fiestas, dedicadas sólo a él. Fermín no podía de la emoción. Al día siguiente la ciudad entera, ¡Ba! ¡Qué dices! El mundo entero caerían a sus pies. La Reina le había adelantado que Cortés vendría especialmente para su festejo de la lejana y exótica Nueva España. Traería obsequios de oro salvaje.

Fermín fue a visitar a los Toros, quienes serían, junto con él, el gran espectáculo de mañana. Se dio cuenta que se regocijaban de orgullo, igual que él. Se sentó junto con ellos y fantaseó cuántas almas perdidas llevarían sus afilados cuernos.

– ¡Llegó la justicia para vosotros, queridos Amigos! – exclamó contento.

Le faltaba sólo una última tarea para prepararse. Se trataba del mismo ritual que realizaba todos los años, a la misma hora, cuando la luna se alineaba con la cúpula de la iglesia de San Lorenzo. Fermín entró con pasos solemnes en la casa de Dios y se arrodilló frente al busto de su tocayo.

– Cuida de mis Toros. – suplicó.
 

ALGO NUESTRO

Beatriz Fernández Induráin

Seis de Julio, ocho de la mañana. Hoy, aun sabiendo que no has pegado ojo en toda la noche, no cuesta levantarse. Pero, ¿qué esperas con tanta vehemencia?
Simplemente algo nuestro. Ese sentimiento que vive en nuestro cuerpo pero que aflora con ímpetu la mejor semana del año.
Pantalón, faja y pañuelico preparados desde anoche. Sales a la calle y respiras ese olor característico que tienen las calles de Pamplona en verano. En cuestión de horas una ciudad entera se ha teñido de blanco y rojo.
Es inevitable, pero la sonrisa y emoción se apoderan de tu cuerpo. Llevar la cuenta atrás durante 365 días es exasperante, pero por fin te atreves a gritar: ¡VIVA SAN FERMÍN, GORA SAN FERMÍN! Y entonces, el momento más significativo, desatas el pañuelico de la muñeca y lo ajustas sobre tu cuello.
Ya comienzan los “felices fiestas”;
La procesión;
Las entregas de chupetes de los más pequeños a los gigantes;
“La chica yeyé” como himno callejero;
Los madrugones (o no) para ver el encierro;
Y entre otras muchas cosas, compartir con los nuestros momentos de alegría y celebración.
Y es que, como dice la canción “son en el mundo entero una fiesta sin igual, Riau, Riau”.