XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


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Rosa Nieves

8:00 Me despierto de repente y compruebo que no se me ha pasado la hora: he quedado para almorzar. «Demasiado pronto para meterme unas magras con tomate entre pecho y espalda», pienso. Pero por delante quedan muchas horas. Me visto de punta en blanco y bajo por las escaleras para relajarme un poco. Voy trotando al punto de encuentro. Por el camino me cruzo con una tímida marea blanca que, como yo, va a tomar el almuercico en cuadrilla.

9:00 Mientras esperamos a que llegue el resto, empezamos a hacer planes y a acordar posibles puntos de encuentro en función del lugar donde nos perdamos de vista.

10:00 Ya estamos al completo. El bar está lleno y el aroma me hace salivar. Empezamos a almorzar sin dejar de mirar el reloj.

11:00 Se acerca la hora y nos dirigimos a la plaza del ayuntamiento. Las calles colindantes están llenas. 11:58 ¡Ya no queda nada! Nos adentramos en la plaza y en pocos segundos la marea nos lleva al centro. ¡No toco el suelo! De repente, un pisotón me arrebata la zapatilla. No oigo nada. Me cuesta respirar… Intento preparar mi pañuelico…

12:00 ¡PUM! Pañuelico al cuello.

204 horas de fiesta se abren paso.
 

¿Y LA REINA EUROPEA?

Xabier Pita Nieto

Como de un profundo sueño me desperté. Abrí los ojos y me vi rodeado.

Todo estaba a oscuras, tenía dos tablas de madera encima de mi cabeza y a ambos lados. El sol entraba a través de pequeños haces de luz que iluminaban la estancia.

Tampoco parecía un lugar. El suelo se movía y yo con él. Daba vueltas y las telas que rodeaban aquellas maderas se movían de un lado a otro. Iban acompasadas al ritmo de la música que sonaba desde que desperté. No entendía nada.

Soportaba un gran peso encima de mí y tuve que parar. El sudor comenzaba a caerme por la frente y la música ya había parado. Estaba a oscuras. Comencé a vislumbrar en el suelo pequeños pies que se acercaban a mí como si buscasen algo.

Toqué toda la estructura que me rodeaba buscando una salida y logré escapar a través de una tela amarilla, cubierta con un mantón blanco, que se entreabría y daba a la calle.

Sin mirar atrás, y entre un gran tumulto de gente vestida de blanco y rojo, logré escapar.

A lo lejos gritaban… ¿Dónde está la reina europea?