EL DETECTIVE
Esperanza Ruiz Adsuar
El 10 de junio de 1965 John Wesley desapareció de su casa de Atlanta. Parecía que se lo hubiera tragado la tierra hasta que un mes después su hija encontró al pie de su buzón- semienterrada en el barro- una carta. Era imposible leer la procedencia pero pudo rescatar una foto. En ella, su padre sonreía abrazado en actitud de compañerismo por dos personas que vestían como él. Iban de blanco y llevaban un pañuelo al cuello. La foto en blanco y negro no permitía conocer el color del mismo. Detrás, una inscripción: No pienso volver.
La señorita June Wesley decidió poner el caso en manos de un detective. Le pidió que encontrara a su padre allí donde estuviese. Con la pista de la foto y tras una somera inspección ocular de la casa del desaparecido, el señor Powell tuvo suficiente. El libro de Hemingway en la mesita del aventurero padre de su clienta no dejaba lugar a dudas. Previno a la señorita Wesley de lo sustancioso de su viático y partió. El 7 de julio ella recibió telegrama del detective desde Pamplona : In situ Stop Necesitaré 204 horas antes de comenzar la búsqueda Stop Es importante que confraternice con los lugareños Stop
PRIMER ENCIERRO
María José Alonso Latorre
Mañana fría, aunque el sol intenta abrirse camino entre una maraña de nubes. La estrecha calle empedrada, ahora impoluta. Será por poco tiempo. Es siete de julio. Permanecemos juntos y atentos al sonido del primer cohete que de la salida. Instante de nervios que se instalan en la boca del estómago. Músculos en tensión. Miradas inquietas, yendo y viniendo. El más joven, con la respiración acelerada. Momento de acercarme. Con esa actitud no debía correr, seguramente era su primera vez.
– Estoy impaciente. – Respondió mirándome a los ojos. – Dicen que hay una gran multitud pendiente de nosotros.
– Así es, como todos los años. Te daré un consejo. Cuando comience la carrera permanece a mí lado, sígueme y concéntrate solo en ello. No mires a los que nos gritan desde la empalizada haciendo aspavientos para distraernos. Nuestro objetivo es llegar limpiamente y sin tropiezos. Es lo que esperan de nosotros.
– ¿Nuestro cometido es solo correr hasta la plaza? ¡Pero eso no es divertido! ¡De esa manera no podré entretenerme y descubrir nuevas cosas!
Lucero, que así se llamaba por su mancha en la frente, bajó la testuz y el brillo de sus ojos se había apagado.