XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LOS HUESOS DE UNA LUNA DE VERANO

Javier Arteta Navarro

Aunque ella fuera una sirena de agua dulce, y yo un viejo pirata, tuvo que ser el destino, hilando su sino, el que unió nuestros caminos tan lejos del mar. Fue esa luna, tan única, la que nos embriagó con ese aroma tan singular. No sé qué es lo que tiene. De todo ha visto y de nada ha hablado. Sus halos han alumbrado las más grandes hazañas. Cuentan que bravas fieras surcan históricas calles tras los pasos de valerosos hombres y mujeres, qué ataviados de rojo y blanco, desafían a la propia muerte. Una luna que ha estado presente en más de mil quinientos primeros besos, iluminando los sueños de los más osados. Techo estrellado de tristes despedidas con sabor a vino. También ha brillado incitando a ese abrazo capaz de convertir a amigos en hermanos.

Cuenta la leyenda que del patrón es legado. Pues negoció con la dama del derroche, su alma por cada julio, convirtiendo en el más especial de los lugares de fiesta, sus tan eternas y legendarias noches.

Siempre quise dejar mi huella. Ahora la luna también conoce mi historia. Mi hijo llevará tu nombre, y a mi vida, le acompañará tu memoria. Gora San Fermín!
 

TEMPORAL DE EMOCIONES.

Antonio León Del Castillo

No puedo. Cada año igual. La misma puntual ineptitud. Idéntica falta de concentración que vuelve a impacientarme y que me conduce a renunciar a la constancia debida. No consigo transmitir ninguna palabra nueva del teclado a la pantalla desde este estado de desatención que me inhabilita, incapaz de seguir afanado en esta tesis que, presumo, estará bloqueada hasta que remita esta suerte de temporal de emociones. Se va acercando julio y el escenario que me rodea se renueva; mi familia, los amigos, la calle, el aire, los sonidos, los olores, los colores, todo se empapa de un otro sentido para vivir. Definitivamente, apago el portátil y veo el cartel de las fiestas que han colocado justo frente a mi ventana. San Fermín 2019. Subo a mi habitación, abro el cajón más especial y todo parece dispuesto; está el fajín a un lado, el pantalón y la camisa tan blancos, el pañuelo más rojo que nunca, las zapatillas limpias a propósito. Llamo al rectorado y pido hablar con «personal». Les digo que necesito unos días de permiso, aunque sea sin sueldo. Si, me encuentro bien y no se trata de un problema familiar. Solo que, circunstancialmente, un asunto particular incompatible con el desarrollo del trabajo