BELLA DE SAN FERMÍN
María Jesús Ilincheta Zabalza
Eran las cinco de la mañana. Los cinco amigos la encontraron algo desorientada y la acompañaron. Al pasar delante del portal, les dijo que quería acostarse, así que entre todos la recostaron en el rellano. Uno se quitó la primera prenda, su jersey anudado al cuello y lo extendió a modo de colchón bajo su delicada espalda. El segundo no dudó en danudarse la faja roja de la cintura y colocarla bajo su cabeza, susurrándole al oído felices sueños. El tercero se quitó el pañuelo del cuello, con él tapó los hermosos ojos para que la luz no impidiese el plácido descanso. El cuarto, observó sus finas piernas y extendió sobre ellas ,como una caricia, su blusón de las peñas a modo de sábana. El quinto pensó que la instantánea era tan bella, ella rodeada de los mozos pamploneses custodiándola, que debía con el móvil inmortalizar la escena a la luz del amanecer. La foto dio la vuelta al mundo.
VEINTE AÑOS DE ESPERA
Luis Landa El Busto
Veinte años de espera
Año tras año escuchaba “ya falta menos” y los días pasaban sin poder unirme a la fiesta. Ilusionado soñaba con Pamplona a 500 kilómetros, pero el despertar diario en la cama era como el rejón de muerte en el toro de la Feria.
El mañana de mis padres se asemejaba al mañana de San Agustín a su madre Mónica en la conversión o el mañana pagano de San Fermín a su discípulo San Saturnino. Nunca llegaba. Leía todo de los sanfermines: a Hemingway, Arazuri o Berdún, los artículos de Martinena, Arraiza o Hualde, las peñas, los gigantes, los lienzos de Recoletas o Ayuntamiento, las tallas de Furío o Salinas de Oro, cantaba en casa Levántate Pamplonica, Uno de enero, el Vals de Astrain o las jotas de Turrillas o Baleztena. ¿Acaso no estaba preparado todavía para incrustarme en la fiesta?
Después de 20 años me acercaron: 7 de Julio, Pamplona; capilla de San Fermín, procesión. Estuve la noche viviendo la calle. Gracias papás, porque, a pesar de ser parapléjico, con la silla de ruedas he experimentado que la realidad supera mis sueños, disfrutando de los sanfermines. Dos décadas de preparación y, al final, vestido de blanco y rojo.