XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


Oscar Ivan Melo Castañeda

…habíamos abordado el bus de la agencia en la mañana, entregado el equipaje, nos habíamos sentado en las sillas del bus, y por el Jet lag, los párpados querían cerrarse, el guía con un deje español agradable, nos decía que seguiríamos directo a Francia y llegaríamos el 6 de Julio en la noche, caímos como piedras, y dormimos largo rato, desperté y el guía decía: acabamos de pasar Pueyo – mis ojos estaban extasiados, y se me quitó el sueño, el guía lo empecé a mirar más pálido, sus palabras ya no concordaban, y su movimientos eran lentos, de golpe cayó en el bus, los pocos que estábamos despiertos, lo asistimos, el conductor angustiado dijo: lo llevaremos a Pamplona, estábamos angustiados, no sabíamos que iba a pasar, acudimos a un centro de salud el más cercano, entramos con el guía, llamamos a la agencia y nos dijo que nos buscarían hotel, mientras solucionaban el problema, el reloj marcaba las 12pm, y se oyó un ruido como de pólvora, todos nos asomamos a la ventana, era un río de de color blanco y rojo, y vimos unas grandes manchas rojas con cuernos, grité: están locos, y un compañero me dice: no, solo les gusta disfrutarlavida 

DISFUNCIONES

José A. Gago Martín

Está la ciudad a reventar. Esta mañana me ha costado casi media hora comprar los churros en La Mañueta. Y para el almuerzo tuve que renunciar a los huevos con txistorra, en la plaza del Castillo ni se cabía. Y menos mal que controlan la entrada y el recorrido para que el encierro no se tapone irremisiblemente.
Eso sí, afortunadamente, los servicios sanitarios responden. Precisamente ahora vengo del hospital, de ver a Fermín. Veinticuatro puntos en una nalga. “Así que se acabó ponerte tanga”, le digo. Y él: “No me hagas reír, que se saltan los puntos”.
Comparto mis pensamientos, que no pueden atendernos bien, que con tanta gente es casi imposible. Él me da la razón:
-Sí, con tanta gente es complicado. Cuando iba con el aliento del morlaco en el cogote me acordé del santo. Tocayo, le digo, échame un capote. En ese momento, una señora de Barcelona (ya me dirás que pinta aquí si ellos no quieren toros) dejó caer su rebequita desde el balcón del primero. Me cayó en toda la cara, me dejó ciego y, al frenar, el pitón me atravesó el cachete. Es lo que decimos, con tanta gente, ni san Fermín puede hacer bien su trabajo.