XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


CONSEJOS

Manuel Montoya Vicente

John Charles Zalba, ciudadano norteamericano, estaba dispuesto para correr su primer encierro. Nieto de un pastor de Eugi llegado al estado de Nevada en 1953, iba a cumplir el sueño de su vida.
Uno por uno recordó los consejos del anciano Inocencio: la ropa desahogada y blanca, el pañuelo rojo, el periódico en la mano, los cinco sentidos prestos y, sobre todo, el alma encomendada al “capotico del santo”.
Estiró las piernas y respiró hondo. Consciente de que el momento de “coger toro” era esencial, se lanzó henchido de adrenalina, pero al poco, tropezó y cayó al suelo. Acurrucado, notó como un morlaco le golpeó el costado. Se palpó y sintió un fluido viscoso. Abrió los ojos y vio el líquido rojizo…
– ¡No es sangre! ¡Es, eso… pacharán!
Tumbado sobre el césped, acababa de tirar una garrafa de licor que se vaciaba sobre su costado. Se sentó y miró el móvil.
– ¡Las nueve! ¡Me he perdido en encierro!
En ese momento reparó en que tenía una docena de whatsapps de gente desconocida preguntando por él, y le vinieron a la cabeza casetas y risas, comparsas y abrazos.
Sonrió al recordar la última reflexión de Inocencio:
– ¡Hijo, los sanfermines hay que vivirlos!

 

¿AUSTRALOPITECUS SANFERMINEROS?

Jose Murugarren Leoz

Se buscan ideas simples para conceptos complejos. Para los medios que analizan a mucha distancia valen las conclusiones elementales. La contundencia sin matices. Sirve echar el muerto del cambio climático a Donald Trump, difundir que los árabes son yihadistas, los ingleses, ‘hooligans’ y, en agresiones sexuales, Pamplona, la nueva Meca. ¿Quién lo acredita? Plumillas de estos que cuando bajan del tren no saben si están en Moscú o en sanfermines pero ponen sus micrófonos a husmear cualquier atisbo que confirme la hipótesis que fabricaron durante el viaje. Leyeron el repugnante suceso de ‘la manada’ y quieren hacer creer que los encierros y la parranda son una cuestión menor en unas fiestas de australopitecus que disfrutan del coma etílico y la agresión a las mujeres. Eso vende. Llevamos siglos corriendo toros y buscando lugares donde bailar, cantar, comer o beber. Incluso rezar. Hay quien venera los toros y quien los aborrece, quien aplaude a rabiar en los fuegos y quien despierta en la traca final. ¡No se dejen engañar! Castigamos a quien toca a los toros, a quien roba, y con todo rigor a quien agrede a las mujeres.Somos así. Bárbaros empeñados en conciliar las mejores fiestas y el sentido común de toda la vida.