XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


ENTRE PAMPLONA Y NUEVA YORK, EL CIELO

María Eugenia Martín Pérez

Sonó el despertador. Juan miró la escalera trepando oxidada en zigzag por la pared de enfrente. ¿Por qué seguía allí? Ella ya no estaba.
Conoció a Lisa el 7 de Julio del 73, saltando nerviosos después del primer cántico, apretando “El Diario de Navarra” con fuerza. Juan tenía 28 años, Lisa 26 y un pelo rubísimo que caía en ondas hasta su cintura.
Volvieron a coincidir. Tropezaron, se sonrieron y empezaron a quererse, todo a la vez.
Juan se fue con ella a Nueva York. Volvían a Pamplona cada San Fermín y corrían juntos, como sería siempre hasta que les dejaran sus cuerpos.
Un Miura vestido de cáncer pudo con Lisa.
Juan seguía levantándose el 7 de Julio a la 1’50h de la madrugada. Emocionado se anudaba el pañuelo rojo y ponía el televisor. Al ver a San Fermín en la hornacina, lloraba. Mucho. Sus lágrimas bajaban por sus mejillas haciendo charcos en la camisa blanca.
Escuchaba el cohete y los cencerros de los bueyes, veía cómo los toros encaraban la cuesta y apagaba la televisión. Miraba al cielo y lanzaba un beso: “Buena carrera, mi amor. ¡Viva San Fermín!”.
Cerraba los ojos y seguía corriendo, una vez más, con Lisa en Santo Domingo.
 

EN BLANCO Y NEGRO

Maite Díaz González

Este año, por fin, iba a conocer Pamplona. Nunca había estado en el norte y se iba a estrenar nada más y nada menos que con San Fermín. ¡Por fin tenía edad para hacerlo!
Se apuntaron con él dos de sus hermanos y tres primos. Ninguno conocía Pamplona ¡Iba a ser la leche!
Subirían unos días antes. Todo el mundo decía que era increíble el cambio que daba la ciudad de un día para otro.
Eso hicieron.
Los días previos a la fiesta fueron de tranquilidad. A veces les parecía que la gente les observaba.
“Deben de notar que no somos de aquí” pensó Joselito.
Y llegó el día 6. Nunca imaginaron el bullicio de la ciudad. Pasaron el día comiendo y bebiendo.
El día 7 se prepararon muy pronto por la mañana. A las ocho en punto oyeron una explosión y de repente se encontraron corriendo cuesta arriba.
“¿Quien es toda esa gente vestida de blanco corriendo delante de nosotros?” pensó él.
Cuando el día terminó, había terminado también la fiesta para ellos.