XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


TRASCENDENTE

Juan Durán Velasco

TRASCENDENTE
Trascendente, hablar de San Fermín resulta al menos trascendental, no porque en ello vaya la vida o que al final la charla que uno pueda tener con el Santo, sabedor de todas las grandes confabulaciones que se han dado a lo largo de su larguísima historia, en las que de una o de otra manera fueron soslayadas y nunca con capacidad de interrumpir la gran fiesta que estaba rodando hacia el éxito.
Porque nadie puede negar que con más o menos salero las contradicciones sí que se dieron y no pasó absolutamente nada. Los chiringuitos, las verbenas, los toros retozando y riendo y los sueños desparramados en cualquier soto, a la espera de que llegara el célebre fusionado con San Fermín gran americano Hemingway.
Pero todo eso es historia, ahora son otras vanidades las que imperan en cualquier fenómeno extraordinario como es este. Ahora los toros se ven obligados a aprender idiomas para poder comprender los oles y piropos que les mandan desde los balcones, las gradas de la plaza, calles donde compiten con ellos y ellas, que reclaman la igualdad también como nunca lo hicieron las mujeres, dándose la mano con los que piden ser ciudadanos y ciudadanas de nuestro mundo iguales

 

VOLVER

Jose Carlos Mena Sanchez

Después de tantos años ausente volví a Pamplona para sentir su esencia y su grandeza. Volví solo esta vez, anhelando reencontrarme con los momentos vividos, con los detalles fugaces y con los ojos que un día me cautivaron.

Mi compañera quedó atrás, víctima del camino, y me propuse recomponer el ayer, deseando amasar el misterio y sentir el rumor de sus muros, con el espíritu errante y valiente, con las voces por los balcones y el horizonte de una puerta abierta.

De repente, morlacos y cabestros recorren galopando los adoquines de la memoria. Pitones de muerte que rozan la locura cuando por Santo Domingo sube la manada buscando la escapatoria. Vibrante encuentro en el Ayuntamiento, carrera constate repleta de emociones y un susto en Mercaderes. Y continúo agitado, sintiendo el bullicio y la refriega. Llego a Estafeta con los puños cerrados y el pecho henchido por la adrenalina. El astado rebufa en mi espalda y me aparto al pasar por Telefónica. Ya está cerca el callejón, ya está cerca la plaza y la gloria.

Todo termina de repente, en menos de tres minutos. Un subidón de entusiasmo y un tributo por la que siempre me cogía de la mano al sonar el chupinazo.