XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


GORA SAN FERMÍN

Evelin Hervás Ruiz

Allí me planté, 4 horas de viaje y unas ganas tremendas de escuchar el ansiado Txupinazo. Recuerdo que iba de la mano de mis amigos para no perdernos sorteando a las miles de personas que había en la plaza del ayuntamiento; en el cuerpo una mezcla de sensaciones, la plaza del ayuntamiento vestida de blanco y rojo, el ambiente insuperable y sin apenas darme cuenta estalló el gran Txupinazo y bajo una lluvia de tinto nos abrazábamos felices con las cientos de personas desconocidas que nos rodeaban.
Es increíble cómo se disfruta de las tradiciones, cómo se olvidan por un instante las preocupaciones, cómo se fijan los ojos en miradas desconocidas llenas de emoción. Gora San Fermín. 

MANUSCRITOS Y COSTUMBRES

Francisco Sánchez Egea

A Iker Ciordia, camarero del restaurante Las Pocholas, le tembló el pulso al verter el moscatel en las copas. –Que sí -dijo un comensal, –está confirmado, este año vuelve y se hospeda de nuevo en la 217 de La Perla.
Ciordia no concilió el sueño esa noche. Su hermana limpiaba las habitaciones del lujoso hotel. Tenía acceso. Podía hacerlo. Aprovecharía la euforia popular del primer encierro. Con suerte, tal vez viajaba con anotaciones para nuevas novelas y podría acariciar los manuscritos inéditos del puño y letra del Premio Nobel.
7 de julio. Llegó el gran día. Salió de casa. Doblaban las campanas de las siete. Al bajar por la calle San Saturnino, la costumbre, la misma que le había vestido de blanco y rojo, guio sus pasos hasta la Plaza Consistorial. A la carrera siguieron la procesión, la danza entre Gigantes y Cabezudos al son del ttun-ttun y las gaitas, la sangría al sol en la plaza de toros y la noche en Jarauta. Pamplona era una fiesta.
–Yo tenía que hacer algo hoy –se dijo al meterse en la cama. El sol se elevaba iluminando las novelas de Hemingway de la estantería. –Bueno -pensó, –siempre hay tiempo para leer.