RECUERDOS
Alejandro Cartujo Villar
Esa noche apenas pude dormir. Lo recuerdo como si fuera ayer. Siete años, ya casi ocho. Antes que la luz del amanecer despuntara, ya estaba despierto. Nervioso como un niño puede estarlo el primer día de encierro. Fuera, en la calle se oía la música de las charangas que habían madrugado, o que todavía no se habían recogido. Oí unos pasos. – Venga peque, arriba-. De un salto me puse en pie y me dirigí a la salita donde habíamos dejado la ropa para no molestar a madre. Nos vestimos despacio, en silencio. Encima del sofá se encontraba también la ropa del abuelo que ese año no estaría con nosotros en la barrera. El pantalón, la camisa, sus alpargatas de esparto a los pies. En la cara de padre se esbozaba una sonrisa de tristeza. Padre me anudó el pañuelo al cuello. Me vestí yo solo, ya era un hombre, o al menos tan mayor como para poder ver tras la barrera a padre correr con los mozos. No le veía pero sentía en mi mano, la fuerza con que el abuelo me sujetaba cuando pasaban los animales delante nuestro. – Ahí vienen –
INSEPARABLES
Esmeralda Ayape Zaratiegui
Esto le dije: no me gusta nada, pero nada, cómo me miras. Así, de sopetón, antes de que echara a un lado como a un trapo viejo. Viejo sí soy, pero uno tiene su dignidad. Que son muchos años en común como para decirme hala, hasta aquí hemos llegado.
Tuve que recordarle el día en que nos conocimos. Eramos tan jóvenes y estábamos tan ansiosos por disfrutar las fiestas que no nos separamos hasta el 14 de Julio. El 15, corrigió. Pues eso.
Y ahora qué ¿Adiós muy buenas? ¿Y la emoción del Chupinazo, y esas lágrimas (no lo niegues) al paso del Santo, y los bailes interminables siguiendo a las Peñas, y ese correr como niños delante de la Comparsa, y los nervios del Encierro, y …. Y el Pobre de mí: cuánta llantina tuya habré enjugado. ¡Todo esto para que me arrojes al cubo de la basura!
No veáis lo convincente que fui. Ahora estamos en la Plaza Consistorial. Ella expectante y yo…. yo anudado a su muñeca.