XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL PARAGUAS ROJO

Isabel Cardenal Alonso

Desde la ventana de aquella casa veía la lluvia, a lo lejos un paraguas rojo. Se sentó frente a un documento en blanco. Sonó una canción en Spotify, las lágrimas salieron de sus ojos despacio, se traslado en el tiempo varios años atrás. Vio a su madre sentada en aquel sillón que ahora estaba en su salón, su imagen le produjo tanta rabia que sus lágrimas se secaron de golpe y su mandíbula se tenso. Era tan injusto que su cuota de felicidad hubiese sido tan pequeña. Ella solía contarles lo que le quedo por hacer con él, le hubiese gustado tanto y a vivir los San Fermines al menos una vez en su vida. Ahora la historia podía volver a repetirse en su propia carne. ¿Y si ella vivía la experiencia por ellos? El documento empezó a llenarse de palabras. Allí estaban ellos, el tiempo les había regalado una lluvia fina y debajo de su paraguas rojo caminaban por las calles de Pamplona amándose con el hechizo de aquellas fiestas tan especiales. Se acercó a la ventana y a través de aquella fina lluvia vio aquel paraguas rojo y su corazón se encogió. Allí estaban aún, amándose.

 

CORRER PARA VIVIR

Victor Daniel Estigarribia

Recorro por mi mente los ochocientos setenta y cinco metros del camino, una y otra vez. Cuento los segundos y sé que temo salir lastimado. Pero por fuera canto, salto, grito y me uno al coro que nos vitorea.
Se escucha el primer cohete y siento que un escalofrió recorre mi espalda. Arrancamos despacio. De repente, veo como vienen todos corriendo completamente desbocados y se escucha el segundo cohete, al mismo momento que observo al imponente toro avanzando por el medio haciéndose amo y señor de la calle. Mis piernas no soportan tanto esfuerzo, pero las sigo presionando para que los embravecidos toros no nos den caza en su recorrido. A lo lejos veo la plaza y caigo en cuenta que estoy corriendo solo seguido de cerca por el animal más increible que vi en vida. Apresuro aun más el paso y entro a la plaza como un bólido.
En total duró dos minutos y veinticinco segundos el total de corrida, pero en seno de mi corazón sentí que fue toda una vida.
Pero mientras todos gritan yo solo puedo pensar en que debo esperar todo un año para volver a vivir este momento, en el que puedo decir ¡VIVA SAN FERMÍN!