XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


«CLICK»

Josetxo Campión Ilundain

Todas las tardes meriendo con mi abuelo, Tomás. Algo hizo “click” en su cabeza robándole sus recuerdos más queridos y profundos.
Entre galleta y galleta me mira, sonríe y estos, lo van llenando y empapando todo; la habitación, su alma, nuestras emociones…
Entonces me habla de la Torre de San Cernin cuando advertía a golpe de badajo, que la amanecida y el miedo ese día eran cárdenos.
Del cohete rasgando los cielos de Iruña; del vallado y Sergio, el carpintero.
Del muro con el San Fermín de La Cuesta. Algunas veces balbucea con voz pastosa y lengua seca la coplilla que tantas mañanas de julio tembló en su garganta, minutos antes de volar por Santo Domingo con un haz de cuchillos a la espalda.
Me habla de su amigo Txomin, mozo chaparro y corajudo con el que cien, doscientas veces compartió adoquín jugando a no morir.
Hay momentos en los que creo percibir el aroma a orines y boñiga de toro.
Para mí, el último romántico del encierro.
Su cabeza vuelve a hacer “click”. Las brumas lo envuelven; desaparece de nuevo; mi abuelo Tomás se queda vacío.
Tomo su mano, mientras en silencio galleta a galleta seguimos merendando.
 

SUEÑOS DE SAN FERMÍN

Victoria Alvarez Musetti

Quería repetir. La noche anterior durmió como otra cualquiera, se le hizo un poco tarde y subió lo más rápido que pudo al casco antiguo para ensayar. Mientras se ultimaban los detalles del escenario tuvieron un rato libre en el que aprovechó para comer unos garrotitos de chocolate que alguien había comprado. Cuando iba a morder otra de las pastas, le avisaron que era la hora de salir y fue corriendo hacia las escaleras. Al pisar el primer escalón se le enfriaron las dedos y sintió en la garganta el último bocado. Alguien lo empujó para que siguiera. Ahora la plaza entera lo miraba a él, aunque había veinte personas más sobre el escenario, sentía que le miraban a él. Llegó el momento de empezar, sus labios rozaron la boquilla de la trompeta, temblorosos y rígidos como si fuera la primera vez que besaba a alguien. Las manos eran seres incontrolables y tuvo que fijarse si colocaba bien los dedos. Dio la primera nota y su mirada se trasladó al pañuelo rojo que se había atado a la muñeca. Ya no temblaba, pero se preguntaba cómo le diría a su madre que quería repetir las decisiones, solo quería quedarse en esa plaza para siempre.