LA CARRERA DE MI VIDA
Luis Martínez-abarca Martínez
Siempre quise participar en este encierro, el más famoso del mundo, el más genuino y sugestivo. La emoción extrema, quizás el miedo, me hacía temblar justo antes de la carrera. Toda esa adrenalina se desbordó durante el corto trayecto hasta la plaza. Jadeando miraba a derecha e izquierda. En una ocasión me vi rodeado por esas bestias; eran más grandes de lo que pensaba. Pero el pánico no me atenazó y salí indemne. Poco más allá pude ver a alguno de mis amigos, frenéticos como yo. Estaban bien. En la curva de Estafeta resbalé, pero me repuse al instante. Todo menos caer. Me acercaba al final y crecían mis expectativas de terminar con bien y poder ejecutar el plan que tanto había reflexionado.
El sol me deslumbró al entrar en el ruedo. Mi cansancio no evitó que reuniera voluntad y fuerzas renovadas para cruzarlo aceleradamente. Unos últimos pasos bien medidos y un enorme salto me permitieron pasar por encima del burladero hasta las primeras filas del tendido. Allí provoque el pánico que estaba buscando, decenas de personas se apartaban aterrorizadas. Mi pitón izquierdo rozó la pierna de una de ellas. Para lo poco que me queda, deseaba un protagonismo rutilante. Efímero sí, pero rutilante.
VIBRATO
Marga Gutiérrez Diez
No era mi intención. No en ese día. Aguardaba agazapado para no ser visto. No estaba sólo. Rodeado y vigilado. Éramos más. No podría decir un número aproximado. No con certeza. Era una desorientación constante. Como que nadie mencionó que se hiciera de noche. Como cuando cruzas calles paralelas iguales transversales similares. Y escuchaba el rumor, susurros constantes, la marabunta encendida, la vida en segundos. Con banda sonora de estéreo de altavoz. Voces agudas que conversan. Charangas incongruentes. Porque hay un rumor, un ultrasonido, un vibrante sonido humano que entra y se queda por un tiempo en ti. Vibrato de fiesta. Vidas acústicas. Y así estuve con párpados pesados y luz interior. Pólvora encendida. Brota la chispa y surge el color. Liberado resurjo. Y desde ahí las veo, a todas y cada una. Personas. Ahora rojas. Ahora blancas.Sin filtros, sin óptica angular, en un tres sesenta que me descubre la ciudad. Nacer para morir. Morir para iluminar. Disparo de luz que simula el día. No volver a escucharlas será terrible. Una larga noche. Seguirán en su fiesta ensordecedora, en su propia explosión. Ahora casi imperceptibles triunfa el silencio. Como si no importara nada. Y no, no era mi intención. No morir ese día.