SUM IN MEDIO TEMPESTATIS.
Pablo Benayas Del Río
En la línea 6, dirección Plaza elíptica, mientras escuchaba con cascos baratos un aria de Vivaldi, un hombre se sentó a mi izquierda, tomo la palabra, y a grandes voces explicó a todo el vagón como había conseguido por 0€ un aparatoso reproductor de música estirando la mano dentro de un contenedor. Ningún niño mostró nunca con tanto orgullo su regalo de Reyes. Después del sermón, durante el cual la mitad del auditorio había abandonado sus asientos, el hombre trató de hacer funcionar el trasto, fracasó; y tras blasfemar con saña arrojó su tesoro contra el suelo, disgregándose aquí y allá las inservibles piezas del reproductor. En ese momento yo escuchaba a la mezzosoprano cantar con delicadeza, «…sum contenta…sum beata….» El hombre recogió algunos pedazos, los guardó en su riñonera y se fue.
EL MOMENTO
Gloria Arroyo Moreno
Las calles de piedra vigilaban nuestros pasos mientras Luis y yo corríamos sonrientes.
Se escuchaban los tambores y el eco de mil voces.
Era la primera vez que estábamos en Pamplona, en Sanfermines, y no era como imaginábamos.
Te lo cuentan otros, miles de veces, pero es imposible conocer la sensación hasta que te encuentras allí.
Flotaba un aroma de naturaleza viva, de sudor, de valor de una raza de antigua estirpe.
Corríamos por las aceras, ajenos a todo lo demás, pensando sólo en que aquello era una muestra de pura vida, de adrenalina, de sensaciones, de huida de la muerte.
Había merecido la pena, le dije a Luis y él asintió, con una mirada brillante que nunca antes había visto.
Le quedaba muy poco, y él lo sabía, pero entoces no lo pensamos, sólo queríamos absorber el momento, respirar muy profundo, como si se detuviera el tiempo, y quedarnos ahí, vivos, para siempre.