XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


BRAVO POR LOS BRAVOS

Jose Emilio Cubiella Fernández

Pasado el peligro, nos apoyamos en los árboles para recuperar el aliento y el ritmo cardiaco apropiado. Por mi cabeza desfilaron las imágenes en las cuadradas televisiones, de lo que hemos vivido. Tan alejado lo veíamos, que al final, ¡pobre de nosotros si nuestras piernas no fueran ágiles! El paseo matutino, derivó en fiesta: la fiesta de la vida. ¡Ahora sí que había que celebrar con nuestros paisanos la victoria! Y es que ¡vaya con la valla! Nos secamos las cabezas con el pañuelo: rojo, tras limpiar los envites de las zarzas en nuestra piel y abandonamos el lugar. Cantamos camino del bar, chillábamos por la adrenalina aún humeante en nuestro cuerpo, contábamos las horas para volver a demostrar al bravo morlaco, que detrás de nuestras espaldas lo único que podría hacer, sería perseguir nuestras olorosas pisadas. Y repetimos la hazaña, mientras el cuerpo aguantó. No por afición, sino por devoción. 

DE BLANCO Y ROJO

Ana Belén García Toro

Dejo atrás un sábado de bullicio, caras desconocidas y una lluvia fina que cae: txirimiri, Estafeta es el escenario principal y oigo: ¡VIVA SAN FERMÍN! Es Julio, en Navarra, una extremeña en pleno corazón de Pamplona.

Amanece el 9 de Julio, donde el sol reina sobre un tumulto de gente con mil cosas por hacer: Charanga, peñas, deporte rural, pintxos…la Plaza del Castillo luce de blanco y rojo. Aparecemos mi amiga y yo, en el café que conquistó a Hemingway y donde “echamos unos bailables”, como a los pamplonicas os gusta decir.

Tanta gente… todos con algo en común: de blanco y rojo, pañuelo y faja presidiendo.

Salgo a tomar el aire, te veo entre los innumerables chicos que rodean el lugar. Y de repente, bailo contigo, con acento terrible y ojos que enmudecen. Atrapada entre frases al oído en murciano, ojos verdes y mirada profunda. Ese “ACHO” que no falte y ese baile donde el aire nos sobra. Me besas, y me río. Nos seguimos, y todo comienza.

Mi amiga y yo decidimos irnos y entre risas, desaparezco. Sin intuir que ese murciano dejó la mirada más bonita e intensa que había visto nunca y, que dos años después continúa a mi lado.