XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


¿POBRE DE MÍ?, JA¡¡¡…NO POBRE DE TÍ!!!!

Fermin Unzu Rey

Durante 356 días al año todo mi entorno es parecido al resto de la vida de mi ciudad, pero de repente en cuestión de horas todo se transforma y como si entrara en una cabina de teléfonos, salgo disfrazada con mi traje de “Superwoman SF” para comenzar a volar por las mejores fiestas del mundo, donde en vez de salvar al resto del planeta, es el bullicio de la calle el que me libera a Mí, y además me regala los poderes necesarios para seguir respirando hasta el siguiente año. Toda la esencia de la fiesta entra en Mí y me transforma, y no existe kriptonita que me pueda parar, solamente el Pobre de Ti parece aplacar mis fuerzas; pero es un respiro momentáneo, hasta que la próxima llamada aparezca en mi portal diario, y me haga ascender otra escalera hacia el inicio de otra nueva transformación en Superheroína. Mis superpoderes me invaden y con ellos disfruto de mi fiesta, tu fiesta, nuestra fiesta, donde no existe el pobre de Mí, sino con mi energía desbocada, solamente existe el pobre de Ti, si es que no me acompañas en esta increible aventura que se desata cada 6 de julio a las 12 del mediodía. 

EL DIAGNÓSTICO

Carmen Ruiz Ruiz

“…Ya le comenté que mi sueño se repite puntualmente año tras año. Cada siete de julio, corro desaforadamente, sin atreverme a girar la cabeza. Escucho música y griterío por todas partes. Otros como yo, vestidos de blanco inmaculado, con fajín rojo, me adelantan. Algunos caen al suelo, y protegen sus cuerpos colocándose en posición fetal y escondiendo la cabeza bajo sus manos. La persecución dura apenas unos minutos, pero siento que mi corazón late alocadamente, mientras intento no girarme, para que el miedo no me atenace y me impida ponerme a salvo”.

“… No doctor, no recuerdo haber visitado nunca Pamplona, aunque creo recordar que mi abuelo hizo allí la mili, hace muchísimos años”.

“…Pues no estoy muy seguro de quien me persigue, la verdad, pero en mi sueño, no tengo más de cinco años, y siempre escucho las mismas voces que me insultan:
— ¡Caravinagre!
— ¡Verrugón!
— ¡Patata!

“… ¿Una regresión? Siempre lo sospeché, doctor. Por algo mi abuelo me llamaba Kiliki, en lugar de Fermín, que fue el nombre que eligió mi padre para mí, antes de desaparecer…