CUENTA ATRÁS
Katrin Pereda Eusa
Era un 6 de julio y quedaban cuatro minutos para el chupinazo que daría inicio a las fiestas de San Fermín. Del exterior percibía los gritos, los nervios, la alegría contenida, las miradas cómplices. La ilusión de una cuenta atrás, de lo esperado durante meses y semanas. Mi familia fue la primera en saberlo. Me llegaron cientos de felicitaciones y consejos. Ese momento nunca más volvería a repetirse. Tres minutos. Me pidieron que avanzara. Tenía que salir ya al exterior, la gente llevaba horas esperándome. Sentí ese movimiento que se forma, imparable, intenso, que te empuja hacia adelante. Muy pronto me uniría a ellos y a ellas. Todo estaba preparado para después, pero lo importante era el ahora. Me concentré. Tragué saliva. Dos minutos. Más voces, más ruido, más prisas. Me ayudaron a abrirme paso. Un flash. Dos. Tres. Un minuto. La luz me cegó por unos instantes. Todo era difuso. Grité. Muy alto y muy fuerte, para que todos y todas me escucharan.
Las doce del mediodía. El júbilo en los rostros de los allí presentes.
-Es una niña. Zorionak, pareja -dijo la matrona-. Bienvenida a la fiesta de la vida.
AIRES DE CAMBIO
Paloma Hidalgo Díez
Aquí estamos, listos ya para correr. Mientras llega el momento, cada cual se prepara a su manera. A mi derecha tengo a un irlandés, pelirrojo y de espaldas enormes, que no hace más que sacudir la cabeza y soltar las manos. A la izquierda un francés, que ha venido de la Camarga, hace estiramientos. También hay un italiano, todo fachada, según dicen los que entienden de esto, que se atusa el flequillo con saliva; y un portugués, que da vueltas en busca del mejor sitio para iniciar la carrera. Se les nota nerviosos. Yo sin embargo, estoy tranquila, haga lo que haga, me voy a llevar el mérito de ser la primera vaca que corre en un encierro. Y eso, a toro pasado, será un hito en la historia.